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Stephen King |
Stephen King es uno de los autores más prolíficos de la actualidad. A sus 77 años ha publicado casi setenta novelas y más de doscientos relatos cortos, además de haber realizado guiones de cine y otros trabajos varios. Los millones de ejemplares vendidos lo convierten hoy en uno de los escritores de más éxito de la historia, pero no siempre fue así.
En su autobiografía, Mientras Escribo, cuenta las historias de sus éxitos, pero también las de sus rechazos. Sus inicios estuvieron repletos de rechazos editoriales que, lejos de hundirlo, supo usar como motivación. La primera vez que envió algo para buscar publicarlo fue en 1960, a una revista especializada en historias de ciencia ficción llamada Spacemen. Esa historia fue rechazada, aunque King recuerda que el editor la guardó por algún motivo y 20 años después se presentó en una firma de libros, cuando ya era famoso, pidiéndole que le firmase aquel manuscrito relegado al olvido y que el propio autor reconoce como mediocre.
Este fue solo el primer rechazo que sufrió en su vida, pero a partir de ahí vinieron más y estuvieron siempre muy presentes en la etapa inicial de su carrera. Poco después de que Spacemen rechazase su primer intento, y siendo todavía muy joven, King envió otro relato a la revista Alfred Hitchcok's Mystery Magazine. Esta revista, sin relación real con el director, se especializa en relatos de terror y thriller, y el escritor la vio como ideal para enviar su obra. Unas semanas después del envío, recibió una carta genérica en la que le comunicaron el rechazo, pero no se dejó desmotivar. Cogió la carta y la clavó en la pared de su habitación, no sin antes escribir en grande el título del relato que había sido rechazado, Happy Stamps. Inmediatamente después, cuenta, se tiró en cama a escuchar música sintiéndose extrañamente optimista.
Todavía era solo un adolescente, pero los rechazos se le fueron acumulando rápidamente. Antes de cumplir los 15 años, el clavo original ya no resistía el peso de las cartas y tuvo que cambiarlo por uno más grande. Aunque muchas cartas eran genéricas, valoraba cada una de ellas que tenía algún detalle personalizado para su obra y las tomó como un empujón para continuar. Cumplidos ya los 16, las cartas de rechazo empezaron a convertirse con cierta frecuencia en cartas escritas a mano, que lo animaban a seguir escribiendo. Los editores dejaban de verlo como alguien a quien quitarse de en medio sin más y empezaban a tener en cuenta su trabajo.
En sus memorias recuerda también la primera carta realmente esperanzadora, una que le envió un editor de Fantasy And Science Fiction en la que le decía "Esto es bueno, no es lo que estamos buscando pero tienes talento. Vuélvenos a enviar cosas". Estas palabras le dieron fuerzas, y se complementaron con otras escritas en la misma época por otro editor de revista que le hicieron ver la luz en cuanto a estilo. Esta última nota, de la que el autor se lamenta por no recordar quién se la envió, le decía que su manuscrito no estaba mal, pero sí excesivamente recargado. Le invitaba a trabajar sus escritos revisando siempre la longitud y dándole la fórmula maestra de que sus segundos borradores deberían tener siempre un 10% menos de longitud que el primero. Ese consejo cambiar su forma de trabajar.
King cree que implementar esta fórmula sugerida por el editor desconocido fue clave para que las notas alentadoras empezaran a multiplicarse, pues a partir de ahí todo se puso mucho mejor para él. No demasiado tiempo después, en 1965 y cuando contaba con 18 años, consiguió publicar su primera historia, un relato de unas 20 páginas que salió en la revista Comics Review. Sería el primer paso hacia el éxito actual.
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