junio 2022

viernes, 10 de junio de 2022

El daño de la mentira tiene potencial ilimitado


Si alguien a quien aprecias te pide consejo, más te vale dárselo bien. Si alguien acude a ti confiando en tu opinión solo tienes dos opciones aceptables: Darla con sinceridad o negarte a darla. Cualquier otra cosa es una traición imperdonable. No hay nada de bondad en mentir diciendo que algo te encanta cuando no es así ni en hacer creer a otra persona que algo está bien si es basura.

Como persona que escribe cosas sé que esto es algo conflictivo en ese mundo. Soy consciente de la suerte que tengo contando con gente que lee lo que hago y me da su opinión sincera y todo lo cruel que sea necesario si lo merece. Pero recuerdo bien que cuando escribí mi primera novela y la envié a editoriales, la primera noticia que recibí fue una oferta de publicación y un extenso informe de lectura de una de ellas en el que hablaban de mi obra como si fuera digna de Nobel. ¿Lo era? No, claro que no. Era una soberana mierda.

El problema es que yo solo tenía esa opinión, la opinión de una editorial diciendo que aquello era poco menos que El Quijote moderno. Qué maravilla, llegaba y besaba el santo. Y a punto estuve de picar, pero supe ver que olía raro y me eché atrás a tiempo. A día de hoy esa novela, que era un fiasco asegurado, sigue sin ser publicada porque lo normal no es que una editorial alabe tu obra, sino que la ignore. Pero al menos tuve la oportunidad de reescribirla y conseguir un resultado final que, si bien no será un Nobel, sí es un resultado con el que estoy contento.

Actualmente sigo teniendo un problema irresoluble con esa historia, que es el de encontrar alguna editorial a la que interese una novela de ciencia ficción existencialista en gallego, pero al menos tengo una obra correcta. Si hubiera hecho caso de una opinión falsa tendría simplemente mucho tiempo de trabajo tirado a la basura para regalar mínimos beneficios a una editorial trituradora de novatos. Que lo haga un editor sin escrúpulos es una cosa, pero si alguien confía realmente en vosotros y os pide consejo, recomiendo al menos tener la deferencia de ignorarle en lugar de mentir. Porque el daño de la verdad puede herir orgullos, pero el daño de la mentira tiene potencial infinito

martes, 7 de junio de 2022

El plan


Tengo un plan. Es un plan sencillo, no tiene complicación conceptual. Se basa simplemente en conseguir escribir una obra tan incorrecta que leerla sea una tortura. Tan incorrecta que provoque arcadas, que haga que quien la lea olvide su propia humanidad al enfrentarse a sus páginas. Una vez conseguido, cuando masas enfurecidas acudan a mí exigiendo justicia y ondeando sus facturas del psiquiatra, me limitaré a responder: “¿Pero quién os obligó a leerlo, palurdos?”.

Creo que coartar la libertad creativa en base a lo que a ti te parece correcto o no, incluso aunque sea indiscutiblemente incorrecto, no está bien. ¿Por qué reprochar a un autor que escriba cosas reprochables? Las novelas o películas cuentan historias, no tratan de educar a nadie. En el caso de que trataran de educar a alguien sí que sería de dudoso gusto no tener un mínimo de mesura, claro, y estaría muy feo que se publicara el libro ‘Teo va a pillar unos gramos de heroína’ o que TVE emitiera el capítulo ‘Aprende con Pocoyó a tatuarte una esvástica en la trastienda de un antro tailandés’. Pero ponerse exquisito con lo que una persona adulta escribe para otras personas adultas es una forma de decir: “Necesitáis que yo piense por vosotros, por vuestro bien”.

Las historias tienen todo el derecho a tratar lo que quieran, más aún si lo que tratan existe en el mundo. Que a ti te incomode leer esos vicios terrenales abriéndose camino en una novela no significa que esté mal narrarlos, ni que el autor los defienda. Simplemente es necesario que aceptes que quizás ese libro no está hecho para ti igual que aceptas con total naturalidad que la autobiografía de Kiko Rivera no está hecha para ti.

Que una historia hiera sensibilidades es normal, incluso positivo. Que hieran tu sensibilidad quiere decir que la tienes y que lo que lees es capaz de incomodarte porque tienes juicio propio y sabes identificar que está mal. Esa incomodidad quiere decir que las cosas funcionan en ti, si te causara risa sí que tendrías un problema.

Quizás deberíamos pensar qué nos acerca más al mundo que queremos, tener el poder de decidir lo que otros piensan o tener el poder de pensar en lo que otros cuentan.

jueves, 2 de junio de 2022

Domingo Villar - O Último Barco


 

“O tranquilizador dalgúns libros é que sabes que ó final van gañar os bos. Polo menos, sabes que van acabar devolvendo un pouco de orde o caos”

Non adoito ler novela policial pero cando saíu a terceira parte da serie de Leo Caldas anoteina para que caera máis cedo ou máis tarde, porque as dúas anteriores conseguiron o mais complicado que pode conseguir un libro: Facer que penses en volver á casa a seguir coa historia cando estás por aí a outras cousas. O último barco non foi unha excepción.

Esta terceira entrega da triloxía é perigosa. Achégase a ti, levántate do chan agarrándote polas solapas e berra na túa orella: “Hoxe non fagas plans porque tes que seguir a ler”. E é así, o ritmo da narración, con capítulos curtos e intensos chama a seguir co seguinte en todo momento. Hai libros para ler con calma, outros que se rematan lendo mais por cumprir que por apetecer e uns poucos, coma este, que conseguen crear adicción durante uns días. Unha adicción complementada cun salientable labor de documentación para dar realismo ós contextos da investigación, conversas reconfortantes nos momentos necesarios e algún que outro chiste intencionalmente malo que aceptas co riso cómplice do que sabe que ben podería cadrar nalgunha publicación do seu Instagram.

Non é a novela deste tipo na que mais me custou predicir o culpable, nin a historia más redonda que coñezo nunha obra policial, pero si ten algo que polo xeral non está tan logrado na maioría de títulos da súa categoría, que é transmisión de sentires (polo menos os sentires que van mais alá da intriga e a incomprensión). Domingo Villar sabe introducir ó lector dende o primeiro momento nas rúas de Vigo e nos carreiros dos pobos dos arredores onde transcorre a acción, ademais de facelo sempre partícipe do estado de ánimo do protagonista e metelo na súa espiral de nostalxia.

Case 800 páxinas que se foron en pouco mais que catro tardes e deixaron esa sensación de feliz tristura tan propia das novelas protagonizadas por Leo Caldas. Tan propias, quizais, do propio carácter galego.