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Rubén Pedreira | Autor de Zona de habitabilidad

Escritura · Ciencia · Curiosidades

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Creo que si a Sam Peckinpah se le hubiese dado por convencer a Bud Spencer y Terence Hill para filmar una película con él el resultado habría sido muy parecido a esto. Porque el dúo protagonista se compone de un hombre astuto (George) que busca continuamente formas de ganarse el pan y un gigantón (Lennie) muy justo de entendederas pero con fuerza suficiente para tumbar a un jabalí con una mano mientras en la otra sujeta un whisky en perfecto equilibrio para bebérselo después. La necesidad de Peckinpah como director está basada en que, como pasaba en sus películas, el mundo que se presenta aquí está dominado por un ambiente tenso en el que en cualquier momento puede surgir la violencia, dejando después la sensación de no tener muy claro si fue gratuita o inevitable.

A lo largo de esta historia a todo el mundo le parece extraña la amistad de los protagonistas, que viajan juntos por el mundo dando tumbos de trabajo en trabajo sin que ninguno les dure lo suficiente porque a Lennie se le da regular comportarse como una persona funcional. En los ambientes en los que se mueven la soledad está aceptada como el estado natural de las personas, la amistad solo es algo puntual que dura el mismo tiempo que el trabajo y se renueva en cada destino. La relación incondicional de George y Lennie se pinta como utópica, casi sospechosa, pero les sirve para huir de esa soledad natural de quien no tiene nada. La única ilusión de ambos es conseguir comprar un terreno donde puedan vivir por su cuenta y libres de miserias para siempre, y según sus cálculos lo tienen al alcance de la mano.

Quien espere un libro sobre ratones se va a llevar una decepción, porque aparecen muy pocos y los que hay ni siquiera tienen líneas de diálogo. Hombres sí hay, aunque tampoco demasiados. Solo los suficientes para narrar la vida de los jornaleros de un rancho californiano en los tiempos de la Gran Depresión, que son dos palabras muy adecuadas para describir el estado mental con el que acaba uno tras leer esta obra. Steinbeck se las arregla para que la brevedad de la novela no le impida mandar al lector un mensaje bastante rotundo: Si piensas en un futuro mejor, más te vale poder permitírtelo.
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La banda británica Queen se convirtió en uno de los grandes fenómenos musicales a escala global allá por los años 70, con canciones como Bohemian Rhapsody o We Will Rock You que sonaron y siguen sonando por todo el mundo. El grupo, liderado por Freddie Mercury, tiene entre sus miembros a un componente que además de destacar en el ámbito musical eligió también un camino poco común entre las estrellas del rock: la astrofísica.

Brian May, el guitarra solista del grupo, siempre fue un apasionado de la ciencia y el espacio. Se licenció en Física y Astronomía en el Imperial College de Londres en el año 1968, dos años antes de fundar Queen. La fundación del grupo no le impidió en un primer momento continuar sus estudios, e inició su doctorado poco después. No obstante, la rápida subida al estrellato de la banda si que terminó por hacer que tuviera que dejar apartada su tesis, aunque la retomó más de 30 años después. En 2008 tuvo su ceremonia de graduación como doctor en astrofísica y durante años fue rector de la Universidad John Moores de Liverpool. Es colaborador asiduo de diferentes proyectos científicos, y su nombre estuvo asociado a las misiones OSIRIS-REx y New Horizons de la NASA.

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El 16 de mayo de 1960, se hizo la luz. Theodore Maiman, un físico estadounidense, observó por primera vez los efectos de la amplificación de luz por emisión estimulada de radiación. Este efecto, si lo llevamos al inglés, conforma el acrónimo que bautizó al invento (LASER, light amplification by stimulated emission of radiation) y provocó una revolución.
 
Este primer láser se construyó con un cristal de rubí sintético de forma cilíndrica con un centímetro de largo. Sus bases estaban espejadas, formando el primer resonador óptico activo de la historia. Maiman usó una lámpara de flash enrollada en espiral en torno al cilindro para excitar sus átomos y, con ello, consiguió la emisión de luz roja coherente en forma de pulsos que respondían a los destellos de la lámpara. Maiman no llegó a ganar un Nobel por conseguir crear uno de los inventos más populares de la historia de la física, pero sí consiguió pasar a la historia como el inventor de un instrumento que no solo sería de gran relevancia para la ciencia, sino también para la cultura popular.   

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Hay gente. Mucha gente. Tanta que más que mucha es demasiada. Nadie habla de nada relevante. Hablan, pero no pueden hablar. "¿Qué tal todo?". "Bien". Todo está bien. Todo tiene que estar bien. Y no tendría por qué haber tanta gente. Pero hay gente. Mucha.

"¿Qué tal todo?", de nuevo. "Bien", sin dudar un segundo. ¿Todo está bien? Es indiferente. No hay tiempo. Hay mucha gente, pero no hay tiempo. Ojalá llegue ese día, el día que permitirá un respiro. ¿Ese día es un sábado? ¿Un festivo? No sé, siempre hay un día que deseas que llegue. Hoy no es ese día, el día de hoy tiene que pasar rápido. Es solo uno de esos días en los que hay demasiada gente y nada de tiempo. "¿Qué tal?". "Bien". "Tengo que irme". Quizás no tengas que irte, quizás puedas quedarte un rato, pero ante la duda tienes que irte. No hay tiempo. Hay demasiada gente.

Ojalá llegue ese día. Ese sábado, ese festivo. Da igual que fecha sea pero tiene que llegar, ese día valdrá la pena, hoy no. Porque hoy no hay tiempo. Recuerdas el último día que tenía que llegar. Llegó después de muchos días esperando a que llegara, como todos los días que valdrán la pena. Y tal como llegó se fue. Y no había tiempo para hacer todo lo que había que hacer ese día. Y el día que debía llegar acabó y llegó de nuevo un día que no valía la pena. Y de nuevo volvió la gente y se fue el tiempo. No, espera. El tiempo no se fue porque el tiempo nunca estuvo, nunca hubo tiempo.

"¿Ya hace tres meses de aquello? Increíble, parece que fue ayer". Da igual, no hay tiempo. "¿Qué tal?". "Tengo que irme".

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El rover Curiosity lleva más de 10 años enviando imágenes de Marte y posiblemente sea la misión espacial actual más afamada gracias a su longevidad y a sus impresionantes imágenes del panorama marciano. Sus principales objetivos se basan en el estudio del clima y geología planetaria, además de estudiar sus condiciones de habitabilidad.

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Todo el mundo tiene en mente la llegada de Neil Armstrong, Buzz Aldrin y Michael Collins como el momento en el que el hombre pisó la Luna por primera vez. No obstante, los tres astronautas estadounidenses no fueron los primeros seres vivos terrestres que orbitaron a nuestro satélite (de hecho, ni siquiera fueron los primeros humanos en hacerlo).

Los primeros seres vivos terrestres que dieron vueltas alrededor de la Luna fueron dos tortugas soviéticas que fueron enviadas al satélite en 1968, junto con algunos invertebrados y plantas, en la misión soviética Zond 5. La nave llegó a la Luna, dio una órbita completa y volvió a la Tierra con los dos animales en perfecto estado. En la foto se puede ver a varios científicos soviéticos comprobando el estado de las tortugas tras llegar del viaje.

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Vista de satélite del Valles Marineris

 

Si visitaste alguna vez el Gran Cañón del Colorado y pensaste que era impresionante, lo cierto es que no es más que una versión de juguete del Valles Marineris. Este sistema de cañones recorre un cuarto del ecuador de Marte y tiene 4500 km de longitud, 200 km de ancho y 11 km de profundidad. Si lo comparamos con los menos de 2 km de profundidad a los que llega el Cañón del Colorado, veremos que ese "Gran" antes de su nombre queda en entredicho.

Fue descubierto a principios de los 70, cuando la NASA empezaba a enviar sondas para estudiar en detalle el planeta vecino, siendo la Mariner 9 la sonda que se llevó el mérito de toparse con él por primera vez. Esta Mariner 9 marcó también un hito al convertirse en 1971 en la primera nave creada por la humanidad que orbitó otro planeta. De hecho, el nombre de este cañón gigante es un homenaje a tan ilustre misión espacial.

Una cuestión que no está todavía del todo cerrada, como suele pasar con las cosas que ocurrieron sin que nadie estuviese allí para echar un ojo, es el proceso que dio lugar a su formación. La teoría más aceptada es la que dice que fue provocado por una serie de factores que generaron una fractura en las placas geológicas de la superficie del planeta. Esto habría sido provocado a partir de la formación de una región volcánica vecina, el abultamiento de Tharsis, donde se encuentra entre otros el volcán conocido más grande del sistema solar. Durante la formación de Tharsis, la acumulación de lava en las zonas limítrofes causó el colapso de la corteza y dio lugar a este abismo gigante [1].

Un detalle que siempre gusta al hablar de Marte es el agua, y lo cierto es que flujos de agua en el pasado parecen haber contribuido en cierto modo a dar forma al valle, si tenemos en cuenta la información espectroscópica recogida por sondas que orbitan el planeta [2].

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[1] ESA.int - El cañón más grande del sistema solar 

[2] M. Chojnaki, B. Hynek - Geological context of water-altered minerals in Valles Marineris
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Imagen de Hiperión tomada por la sonda Cassini en 2005 (f)

Este objeto, descubierto en 1848 por los trabajos independientes de William Cranch Bond y su hijo George por un lado y William Lassel por otro, es uno de los cuerpos más curiosos de nuestro Sistema Solar. A pesar de que hace ya casi dos siglos que se conoce su existencia, todavía hay interrogantes acerca de su naturaleza.

Hiperión es la más grande de las lunas irregulares (es decir, no esféricas) de Saturno, y su característica más destacable es que tiene forma de esponja. Esta forma no es algo que se encuentre todos los días, y lo más probable es que sea debida a impactos pasados con cuerpos de tamaños similares al suyo. De hecho, buena prueba de estos impactos son los numerosos cráteres que pueblan su superficie y que dejan claro que ahí pasaron cosas.

Tiene una densidad que también está fuera de lo común, pues es más o menos la mitad que la del agua, lo que se asocia a una alta porosidad que le hace tener una gran cantidad de espacio vacío en su interior. Se cree que está compuesta esencialmente de hielo y polvo, y rota de forma caótica alrededor de su planeta en una órbita que dura 21 días.  Esta rotación caótica significa que no se desplaza alrededor de Saturno girando sobre sí misma de manera estable y elegante, sino que por culpa de su forma irregular  la interacción gravitatoria con respecto a su planeta fluctúa a lo largo de su camino y le otorga una rotación impredecible. 

La misión espacial que estudió más en detalle a Hiperión fue la Cassini (NASA), enviada justamente con el fin específico de estudiar Saturno y sus lunas. Fue esta sonda Cassini la que envió a la Tierra las mejores imágenes que tenemos de este curioso satélite y arrojó un poco de luz sobre su composición.

Su nombre proviene del titan griego Hiperión, y significa "El que camina en las alturas".

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Acabar de leer esta historia deja una sensación curiosa. El ritmo es muy alto y los sucesos son golpes a encajar, uno detrás de otro. Mohamed Chukri escribió aquí la autobiografía de sus veinte primeros años de vida, en los que creció intentando escapar sin éxito de la extrema pobreza de las calles del Marruecos de los años 50.

En un contexto tan poco amable como ese, no sorprende encontrar una historia llena de descubrimientos demasiado tempranos de cosas poco recomendables, que la gente con una suerte más favorable en la lotería del nacimiento no conoce hasta mucho más tarde (o nunca, incluso). Los conflictos, el hambre y el miedo tanto a lo tangible como a lo intangible son sensaciones muy nítidas. Tan nítidas que lo que más choca es que el autor no se tome largas pausas para la reflexión y que la narración esté tan basada en la acción. Pocas veces alguien fue capaz de soltar tal cantidad de barbaridades sin mostrar la más mínima intención de parar un segundo a comentar su visión de la jugada.

Es una lectura incómoda, no exagero demasiado si digo que cada una de las páginas contiene algún hecho o pensamiento que oscila entre lo éticamente dudoso y lo que escandalizaría al mismísimo Atila. Es la desesperación llevada al papel o, más bien, el efecto de esa desesperación sobre la condición humana, sin medias tintas.

Leer algo así aporta cosas a quien quién tiene voluntad de encontrarlas, pero hay que tener claro lo que nos espera al abrir el libro. Es una visión cruda y sin endulzar de un mundo tan real como otros mundos más amables, una historia que no es correcta ni cuenta bellezas, sino que está hecha para hacer partícipe a quien la lee de algo de lo que no querrá ser cómplice.

Es un libro, en definitiva, para entender lo incomprensible. Para intentar empatizar o acabar odiando a una persona que, incluso siendo un niño, es tanto víctima como verdugo en su contexto. Un libro para que lo lea solamente quien piense que si una historia existe debe ser contada, incluso aunque sea inaceptable. Porque la realidad no entiende de éticas y el pasado no entiende de convenciones sociales presentes.

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 "—¿Cuánto le debo? —dijo Colin—.

—Es muy caro —dijo el comerciante—. Debería matarme a golpes y marcharse sin pagar…

—¡Oh, no! —dijo Colin—. Estoy demasiado cansado.

—Bueno, pues son dos doblezones

Colin sacó la cartera

—Pero tenga usted en cuenta que es un verdadero atraco —añadió el boticario—.

—Me da lo mismo… —dijo Colin con voz apagada—.

—Es usted tonto —dijo el tratante de remedios acompañándolo hasta la puerta—. Yo soy viejo y no muy resistente.

—No tengo tiempo —murmuró Colin—.”


Esto alterna entre lo graciosísimo y lo deprimente con una naturalidad fuera de lo normal. Una novela surrealista en la que ver a gente saltar sobre nubes, a comerciantes intentando convencer a los clientes de que lo mejor es no pagarles o un piano capaz de crear cócteles según la melodía que se toque en él son cosas que pueden ocurrir.

Un protagonista principal que vive en su mundo idílico de rico hasta que su mujer enferma por una flor que crece en su pulmón y tiene que endeudarse porque lo único que puede curar esa enfermedad es comprar más flores. Un amigo del protagonista principal tan obsesionado con su escritor preferido que gasta todo su dinero en comprarse todas las ediciones de sus libros, su ropa usada y recorre las librerías de la ciudad buscando objetos que tengan sus huellas dactilares. Sus historias se desarrollan en dos contextos muy bien diferenciados: Cuando las cosas van muy bien para todos (primera parte del libro) y cuando van muy mal (segunda parte).

La espuma de los días es un mundo surrealista, pero tiene un mensaje. Un mensaje que seguramente sea la crítica del materialismo existencial y la advertencia de que el mundo idílico no existe. O quizás en realidad no haya un mensaje, quien sabe, porque el surrealismo también tenía mucho de reírse de la gente que por creerse muy intelectual pretende saber el significado de todo, incluso de lo que está hecho a lo loco.

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“Porque os poetas láianse de que a xente non os sabe estimar, e non é certo. Estímaos moito, o que fai é que non os le. Así é mellor: lense uns aos outros e así todo queda na casa”

O porco de pé son os vicios da Galicia dos anos 20 levados ó papel. Vicios tanto das clases privilexiadas coma das clases populares, pois se ben a motivación principal da historia é o seguimento da carreira política dun caricaturesco home que "ascendeu de porco a marrán e chegou a alcalde" tamén se ironiza sobradamente coas incongruencias das ideoloxías e actitudes do pobo xeral. Nesta novela non hai ninguén que non actúe rebaixándose o que sexa preciso para satisfacer os seus intereses, algo moi distinto ó que ocorre no mundo real onde todos somos exemplos de integridade e elegancia.

É unha novela moi irónica, e a maior ironía do asunto é ver que este tipo de obras non caducan co paso do tempo. Cando lemos obras que ridiculizan o comportamento social humano mais esencial tanto ten que se escribiran onte ou fai cincocentos anos: non contarán nada que non siga vixente.  Pode que o mundo sexa diferente, pero os vicios son os mesmos. O que antes era cacique agora é lobby, o que antes era carta agora é correo electrónico e o que antes era xente á que lle gustaba chamar a atención agora é influencer. Pero a esencia das humanidades non cambia case nada.

Unha pelexa entre os tempos antigos e os tempos novos, entre o filosófico e o terreal, representada pincipalmente na maneira de pensar de dous personaxes opostos. Unha novela de estilo clásico pero que traballa un humor intelixente e mordaz que non envelleceu nada. Ó final, como fixo notar aquí Vicente Risco, o que fai que a xente decida pasar por aros pouco apetecibles é o diñeiro e a busca da mellor posición social, como sempre pasou e como semella que sempre pasará.

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Todavía estoy poniéndome de nuevo el cinturón y metiendo mis cosas en los bolsillos a la salida del control de seguridad cuando me llega un mensaje al móvil. "Su puerta de embarque es la C12", se lee en él, entre anuncios varios que invitan a acompañar el vuelo con caprichos superfluos a precios de escándalo.

No queda mucho para embarcar, y al llegar a las cercanías de la C12 ya hay bastante gente por la zona. Me acomodo en un asiento libre, uno de esos asientos de plástico duro típicos de aeropuerto que son siempre una amenaza para tu integridad física. "Más te vale no tener una escala larga, porque como la tengas me voy a encargar de que tu espalda se acuerde de mi toda la semana", piensan para sí mismos. Todos los asientos de aeropuerto son así, tienen esa maldad intrínseca.

Un hombre llega y se sienta justo al lado. Tendrá unos 50 años mal llevados, y nada más sentarse saca un libro y un lápiz de su mochila. Es una novela de Kundera, tengo esa misma edición en casa. La lee con interés y, puntualmente, asiente y subraya algún fragmento. Yo pienso en mi ejemplar, que está impoluto. Nunca subrayé un libro y nunca me planteé hacerlo, no sentí esa necesidad. Pero ahora pienso que el concepto tiene cierta belleza, que hacerlo deja en las páginas la huella del lector, de su forma de pensar y de sus inquietudes.

¿Diría mi copia de esa novela lo mismo que la de este hombre si yo también la hubiera marcado? Seguro que no. Sería una novela distinta, porque tendría las mismas palabras impresas pero el énfasis estaría puesto en diferentes lugares, y el énfasis influye en el mensaje. Quizás perdí la oportunidad de hacer un poco mías las historias de los libros al no haberlas subrayado, pero no pasa nada. La huella que deja la obra en quien la lee tiene más relevancia que la huella que deja quien la lee en la obra.

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"Todos nosotros somos seres imperfectos que vivimos en un mundo imperfecto. Y no debemos vivir de una manera tan rígida, midiendo la longitud con una regla y los ángulos con transportador como si la vida fuera un depósito bancario, ¿no crees?"

No es mi libro preferido de este hombre, ese puesto lo dejo para "El fin del mundo..." o "Crónica del pájaro...", pero quizás sí que es su novela más real. Siempre que no tengamos en cuenta esos libros tipo ensayo en los que a Murakami se le da por contar de qué habla cuando habla de correr o de qué habla cuando habla de escribir, claro.

El de Tokio Blues me parece un universo más realista que mágico, en el que lo más extraño que existe es un psiquiátrico en el que los pacientes se tratan a sí mismos. Suena raro, pero a priori no parece una idea peor que la homeopatía y se introduce de una manera que uno llega a creer que podría funcionar.

Quizás es una historia sobre los peligros de la cordura o sobre lo poco recomendable que resulta priorizar las incomodidades del mundo interior sobre el pragmatismo de adaptarse al exterior, pero más que nada es un libro sobre la curiosa manera en la que la gente archiva los recuerdos menos brillantes en un lugar de difícil acceso para recrearse en ellos  solo de manera muy puntual. La historia transmite lo mismo que salir a pasear un día de principios de febrero con sus lloviznas, sus nubes que solo dejan intuir el Sol de vez en cuando y su nostalgia de pensar que en verano la cosa era diferente.

Si Murakami es un candidato eternamente frustrado para el Nobel es porque seguramente le falta algo. No escribe, ni de cerca, utilizando las palabras y las figuras tan bien como García Márquez. No tiene la capacidad de dejar reflexiones certeras en cada página que sí tenía Sartre. Pero hay una cosa que se le da como a nadie: Crear un ambiente de extrañeza particular en el que lo único razonable es seguir leyendo, incluso en las historias en las que nada parece tener nunca más sentido que el que cada uno quiera intuir.

 

 VALORACIÓN:

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Lo cierto es que lo más extraño que ocurrirá nunca en tu vida no es lo de aquella vez que te encontraste por casualidad con tu mejor amigo del colegio en un viaje a Madagascar. Es cierto que llevabas sin saber de él desde los 11 años y que verlo después de tanto tiempo en el bar de un hotel de Antananarivo no entraba dentro de las quinielas, así como tampoco entraba en ellas el hecho de que lo reconocieras porque conservaba aún ese tic tan característico en la mano que te hizo conectar inmediatamente esa cara envejecida con la del chaval que un día te dió la mejor asistencia de tu carrera en el fútbol escolar. No se lo esperaba nadie, eso es así, pero tampoco es tan extraño como para ser lo más extraño que ocurrirá nunca en tu vida.

Lo más extraño que ocurrirá en tu vida tampoco es lo de aquella vez que lanzaste una moneda al aire en tu visita a Yucatán y no solo cayó perfectamente de canto, sino que además lo hizo encima de un artefacto maya oculto que estaba esperando bajo tierra a que se aplicara sobre él la fuerza exacta que aplicó la caída de tu moneda y en la superficie exacta en la que lo hizo. No contabas con ello, vale, pero tampoco fuiste el primero en descubrir un tesoro milenario por pura casualidad. Harrison Ford se hizo famoso con esas cosas.

Lo más extraño que ocurrirá nunca en tu vida es el simple hecho de que puedas decir "yo". Porque hubo tanta gente tirando monedas al aire o viajando por el mundo adelante a lo largo de la historia que lo raro habría sido más bien que no les hubiese ocurrido de todo. ¿Pero cuantos seres vivos existieron que al pasar por delante de un espejo se dijeran "esa persona soy yo" y, efectivamente, fueran tu? Esa casualidad solo se pudo (y se podrá) dar una vez, a pesar de todos los planetas que existen y todos los tiempos que existieron. Al menos que tu sepas.

Vives en la mayor casualidad del mundo. Y la vives ahora, no en los tiempos del Imperio romano ni en la Edad Media. La estás viviendo ahora, aún tienes margen de maniobra. Elige sabiamente.

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Empieza a hacer algo de frío y la gente ya fue abandonando poco a poco el lugar. Las gaviotas comienzan a hacer suyo ese espacio, que hasta hace un rato pertenecía exclusivamente a las personas, buscando restos de la actividad humana. Esos desperdicios muertos son más fáciles de cazar que los peces vivos, que cada vez escasean más en la costa.

Cuando estás en la calle ese sonido poco armónico que hacen te resulta molesto y hasta te hace temer que dejen caer un desagradable regalo desde arriba cuando las ves volar sobre ti, pero cuando empieza a atardecer en la playa todo es distinto. Cuando esos pájaros, casi siempre desagradables, comienzan a colonizar la arena se convierten más bien en un signo de que una agradable tarde de julio acaba de ser disfrutada.

Te sientas en la toalla una última vez, ya con la sudadera puesta, y miras a la orilla para observar el espectáculo aviar. Ves alguna que otra pelea por un trozo de cucurucho que acaba dejando algunas plumas fuera de sitio. El agua refleja un Sol que ya es más rojo que amarillo, y lo único que queda a tu alrededor es arena y algún grupo de gente alargando la tarde todo lo posible, quizás trabajan mañana y se resisten a que acabe el día.

Alguien propone a tu espalda la idea de ir a alguna terraza cercana y la contemplación del panorama deja paso a la convicción de que tomar una cerveza es el plan adecuado para ese momento. Diciembre traerá otras cosas, pero ojalá julio tarde en marcharse.

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