Mucha gente
Hay gente. Mucha
gente. Tanta que más que mucha es demasiada. Nadie habla de nada
relevante. Hablan, pero no pueden hablar. "¿Qué tal todo?". "Bien". Todo
está bien. Todo tiene que estar bien. Y no tendría por qué haber tanta
gente. Pero hay gente. Mucha.
"¿Qué tal todo?", de nuevo. "Bien",
sin dudar un segundo. ¿Todo está bien? Es indiferente. No hay tiempo.
Hay mucha gente, pero no hay tiempo. Ojalá llegue ese día, el día que
permitirá un respiro. ¿Ese día es un sábado? ¿Un festivo? No sé, siempre
hay un día que deseas que llegue. Hoy no es ese día, el día de hoy
tiene que pasar rápido. Es solo uno de esos días en los que hay
demasiada gente y nada de tiempo. "¿Qué tal?". "Bien". "Tengo que irme".
Quizás no tengas que irte, quizás puedas quedarte un rato, pero ante la
duda tienes que irte. No hay tiempo. Hay demasiada gente.
Ojalá
llegue ese día. Ese sábado, ese festivo. Da igual que fecha sea pero
tiene que llegar, ese día valdrá la pena, hoy no. Porque hoy no hay
tiempo. Recuerdas el último día que tenía que llegar. Llegó después de
muchos días esperando a que llegara, como todos los días que valdrán la
pena. Y tal como llegó se fue. Y no había tiempo para hacer todo lo que
había que hacer ese día. Y el día que debía llegar acabó y llegó de
nuevo un día que no valía la pena. Y de nuevo volvió la gente y se fue
el tiempo. No, espera. El tiempo no se fue porque el tiempo nunca
estuvo, nunca hubo tiempo.
"¿Ya hace tres meses de aquello? Increíble, parece que fue ayer". Da igual, no hay tiempo. "¿Qué tal?". "Tengo que irme".
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