octubre 2022

miércoles, 5 de octubre de 2022

Anecdotario de la ciencia: La fiesta de Stephen Hawking para viajeros en el tiempo


 

En 2009, Stephen Hawking organizó una fiesta a la que no acudió ningún invitado. Puede parecer imposible que la gente no aparezca después de ser invitada a un acto por uno de los científicos más relevantes de su generación, pero eso fue lo que pasó.

La explicación del fracaso fue, curiosamente, que el evento fue un éxito. Lo que organizó Hawking fue un acto de recibimiento para viajeros en el tiempo, y no fue hasta el día siguiente cuando hizo pública su invitación. Evidentemente, sin una máquina capaz de viajar al pasado resultaba complicado aparecer allí.

La inversión en globos, champán y una corbata elegante valió la pena cuando, después de que nadie acudiera, el físico inglés pudo decir: "Tengo evidencia experimental de que los viajes en el tiempo no son posibles". Una evidencia que no era suficiente para publicar artículos científicos sobre el tema, pero sí para hacer chistes en fiestas posteriores en las que sí disfrutó de compañía.

martes, 4 de octubre de 2022

Herman Melville - Bartleby el Escribiente


 


Esta historia es tan corta que hasta da reparo comentarla, porque casi se acaban antes sus 70 páginas que los 2200 caracteres de un post aleatorio de Instagram. Pero como, a pesar de haberse escrito hace casi 200 años, es un relato muy apto para estos tiempos no está de más hablar de él.

Un abogado de Wall Street cuenta con amargura la historia de Bartleby, un escribiente al que contrata para su despacho y que es un prodigio, copia documentos con una rapidez impropia de una era carente de impresoras. Ningún jefe estaría insatisfecho con un talento así, pero Bartleby tiene un problema que desluce su trabajo. Cada vez que se le pide que haga algo que no sea duplicar documentos responde diciendo las mismas tres palabras: “Preferiría no hacerlo”.

—Bartleby, haga esto.

—Preferiría no hacerlo.

Y el jefe con los ojos como platos porque eso no es normal.

—Bartleby, haga esto otro.

—Preferiría no hacerlo.

Y los compañeros mosqueados porque a ellos no se les habría permitido.

—Bartleby, váyase de aquí porque está despedido.

—Preferiría no hacerlo.

La desesperación del jefe ante tan absurda situación llega a ser bastante graciosa, el humor del libro es tan moderno como su mensaje. Porque creo que es una historia sobre el hastío existencial de un asalariado que ve pasar los días como si fuera un simple robot y por ello se niega a hacer más de lo que está programado por contrato para hacer, un estado mental del que el mundo aún no consiguió liberar a sus miembros.

Las palabras recurrentes de Bartleby son bastante icónicas. Estoy seguro de que miles y miles de personas que hablaron de esta obra a lo largo de dos siglos acabaron sus reseñas, en arrebatos de lo que creían auténtica genialidad, utilizando la frase que acuñó el escueto escribiente ideado por Melville. No dudo que todo artículo escrito sobre este libro en toda la historia fue rematado con un “preferiría no hacerlo” puesto de alguna manera aparentemente ingeniosa. Después de tantos años, no se necesitan ya más intentos cargantes de repetir de nuevo el mismo recurso mil veces visto. Por eso yo, en esta humilde entrada, preferiría no hacerlo.

domingo, 2 de octubre de 2022

Paul Auster - Tombuctú


 


A veces leo libros simplemente por el título, negándome a saber nada más. No leo la sinopsis y casi ni me fijo en la portada, no vaya a ser que dé alguna pista de la trama. Solo lo hago cuando la obra es corta y manejable, está claro que no se me ocurriría empezar a leer En busca del tiempo perdido, hipotecando los siguientes cuatro años de vida a semejante tarea, sin tener ni idea de lo que es. Tombuctú sí entró en esa categoría, vi el título y me llamó la atención. Es solo una palabra, pero una palabra que me hizo pensar qué podría tener que ver Paul Auster con el nombre de una histórica ciudad de Mali.

Tombuctú resultó no ser ciudad terrenal alguna, sino el concepto del más allá de Willy G Christmas. La salud de Willy, un vagabundo que escribe poesías y deambula por Estados Unidos como forma de vida, pinta muy fea y eso preocupa bastante a su perro (Mister Bones), que es el verdadero protagonista de la historia. La literatura da estas sorpresas, eliges una lectura pensando que se ambientará entre tuareg africanos y acabas teniendo en las manos un relato sobre los últimos días de un vagabundo bohemio visto a través de unos ojos caninos.

Willy habla con Bones de su pasado, de su filosofía de vida y, como no, de Tombuctú, ese lugar al que está convencido que llegará cuando muera. Cuando lo menciona, su perro no puede evitar el miedo a pensar que los animales no puedan entrar en ese más allá ideado por su amo y que esa sospechosa tos que tiene desde hace meses acabará por separarlos para siempre. Y eso es traumático, porque él no duda de que Willy es el único humano en el mundo en el que puede confiar.

No es un libro sobre la vida de un perro, sino un libro de un perro sobre la vida. El viaje a Baltimore que emprende Willy, sabedor de que no le queda mucho tiempo, para entregarle todos sus escritos a la única profesora de su instituto que confió en su capacidad literaria resulta ser un camino más espiritual que físico y compagina lo humorístico y lo triste con naturalidad. Es un libro agradable para quienes no tenemos perro, pero seguramente sea más curioso aún para quien sí lo tiene. Aunque quizás nunca veas a tu colega con los mismos ojos después de esto.

sábado, 1 de octubre de 2022

Torcuato Luca de Tena - Los Renglones Torcidos de Dios


 


-Oye, Juan Antonio, que quiero entrar en un psiquiátrico.
-Pero qué dices, Torcuato, si tú no tienes ningún problema psicológico.
- Es que quiero darle veracidad a mi novela.
-Ah, pues al final sí que va a resultar que no andas muy fino de lo tuyo.

Supongo que, en algún punto, la conversación con el autor que narra el psiquiatra Juan Antonio Vallejo-Nágera en el prólogo de esta novela discurriría de forma similar a esto. Quizás junto a una chimenea, con un par de vasos de whisky, unos habanos y palabras más acordes a la clase acomodada del Madrid de los años 70, pero no creo que la cosa se desviara mucho de lo dramatizado previamente.

Lo relevante del tema es que el autor acabó consiguiendo entrar en un psiquiátrico haciéndose pasar por un enfermo real a ojos de los responsables del mismo, lo cual es (irónicamente) una locura para alguien cuerdo. Durante más de dos semanas permaneció encerrado en un hospital especializado en problemas mentales sin que nadie allí supiera que era él, porque de eso va precisamente esta novela: De Alice Gould, una detective que decide dar el paso de infiltrarse en un manicomio para descubrir al autor de un crimen bajo la promesa de una compensación económica digna de aplauso.

Los únicos que conocen su tapadera son el director del centro, que la ayuda a gestionar su admisión, y su cliente, el hijo de la víctima cuyo asesinato debe resolver dentro de las verjas del hospital donde parece estar recluido un enigmático asesino. Esta es la premisa inicial, pero según avanza la historia todo pasa a ser engañoso. ¿Será Alice una detective de verdad o será esa historia parte de una paranoia que, en principio, era solo la coartada de su encierro? Al final, todo acaba girando sobre esa pregunta en una obra que describe los diferentes tipos de locura con un realismo casi incómodo, tan incómodo como resulta a veces el ego de una protagonista bastante repelente para mi gusto.

Por último, es necesario matizar que la foto que ilustra este comentario no está al revés, sino torcida. Como los renglones que titulan el libro. Una auténtica genialidad que eleva la reseña al nivel de arte, lo sé.