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-Oye, Juan Antonio, que quiero entrar en un psiquiátrico.
-Pero qué dices, Torcuato, si tú no tienes ningún problema psicológico.
- Es que quiero darle veracidad a mi novela.
-Ah, pues al final sí que va a resultar que no andas muy fino de lo tuyo.
Supongo
que, en algún punto, la conversación con el autor que narra el
psiquiatra Juan Antonio Vallejo-Nágera en el prólogo de esta novela
discurriría de forma similar a esto. Quizás junto a una chimenea, con un
par de vasos de whisky, unos habanos y palabras más acordes a la clase
acomodada del Madrid de los años 70, pero no creo que la cosa se
desviara mucho de lo dramatizado previamente.
Lo relevante del
tema es que el autor acabó consiguiendo entrar en un psiquiátrico
haciéndose pasar por un enfermo real a ojos de los responsables del
mismo, lo cual es (irónicamente) una locura para alguien cuerdo. Durante
más de dos semanas permaneció encerrado en un hospital especializado en
problemas mentales sin que nadie allí supiera que era él, porque de eso
va precisamente esta novela: De Alice Gould, una detective que decide
dar el paso de infiltrarse en un manicomio para descubrir al autor de un
crimen bajo la promesa de una compensación económica digna de aplauso.
Los
únicos que conocen su tapadera son el director del centro, que la ayuda
a gestionar su admisión, y su cliente, el hijo de la víctima cuyo
asesinato debe resolver dentro de las verjas del hospital donde parece
estar recluido un enigmático asesino. Esta es la premisa inicial, pero
según avanza la historia todo pasa a ser engañoso. ¿Será Alice una
detective de verdad o será esa historia parte de una paranoia que, en
principio, era solo la coartada de su encierro? Al final, todo acaba
girando sobre esa pregunta en una obra que describe los diferentes
tipos de locura con un realismo casi incómodo, tan incómodo como resulta
a veces el ego de una protagonista bastante repelente para mi gusto.
Por
último, es necesario matizar que la foto que ilustra este comentario no
está al revés, sino torcida. Como los renglones que titulan el libro.
Una auténtica genialidad que eleva la reseña al nivel de arte, lo sé.