Me habría
gustado cruzarme con esta historia bastante antes de lo que lo hice.
Creo que un problema con el que algunos nos encontramos durante los
últimos tramos de la adolescencia es el de que siempre tuvimos claras
cuales eran las lecturas obligatorias para aprobar en ese momento pero,
en cambio, carecimos de orientación sólida sobre las lecturas
recomendadas para vivir en ese momento. Al menos en mi caso siempre leí
un poco por impulsos improvisados, tanto antes como ahora. Conocía la
importancia de la contribución de Lope de Vega al teatro del Siglo de
Oro, pero no tenía clara la contribución que podían hacer autores como
Delibes al yo del siglo XXI.
Después de leerla, pienso que esta es una obra muy recomendable para dejar sobre la mesilla de noche de cualquier alumno de bachillerato que tenga cierto aprecio por la lectura y que no esté muy convencido sobre la ruta vital que le espera, porque hay historias que ayudan especialmente si se leen en el momento adecuado y esa etapa es ideal para conocer la de Daniel el Mochuelo. La ayuda que ofrece una simple novela no cambiará el mundo, no hará que la realidad deje de ser como es, pero sí ofrecerá algo que también es importante: Compañía.
El camino es un relato sobre muchas cosas. Sobre la naturaleza, sobre la lacra del puritanismo como arma arrojadiza, sobre la amistad... Pero por encima de todo se rebela contra la idea de los caminos marcados. Porque Daniel no quiere ir a la ciudad a estudiar y medrar, quiere quedarse en su pueblo a vivir la vida que siente como suya en lugar de la que los demás creen que es la mejor para él. No pretendo engañar a nadie, porque no vivimos tiempos (si es que alguna vez existieron tiempos de otro tipo) en los que la gente se pueda permitir recomendar a sus confusos hijos adolescentes seguir su propio camino y quedarse tranquilos. No obstante, mientras la incómoda realidad los va arrastrando firmemente hacia el vacío, está bien que sientan que hubo otros antes que se sintieron de la misma manera mientras intentan no perder la esperanza de que algún día sirva de algo renunciar a lo que uno es a cambio de conseguir cierta comodidad en un mundo que es de otros.
Después de leerla, pienso que esta es una obra muy recomendable para dejar sobre la mesilla de noche de cualquier alumno de bachillerato que tenga cierto aprecio por la lectura y que no esté muy convencido sobre la ruta vital que le espera, porque hay historias que ayudan especialmente si se leen en el momento adecuado y esa etapa es ideal para conocer la de Daniel el Mochuelo. La ayuda que ofrece una simple novela no cambiará el mundo, no hará que la realidad deje de ser como es, pero sí ofrecerá algo que también es importante: Compañía.
El camino es un relato sobre muchas cosas. Sobre la naturaleza, sobre la lacra del puritanismo como arma arrojadiza, sobre la amistad... Pero por encima de todo se rebela contra la idea de los caminos marcados. Porque Daniel no quiere ir a la ciudad a estudiar y medrar, quiere quedarse en su pueblo a vivir la vida que siente como suya en lugar de la que los demás creen que es la mejor para él. No pretendo engañar a nadie, porque no vivimos tiempos (si es que alguna vez existieron tiempos de otro tipo) en los que la gente se pueda permitir recomendar a sus confusos hijos adolescentes seguir su propio camino y quedarse tranquilos. No obstante, mientras la incómoda realidad los va arrastrando firmemente hacia el vacío, está bien que sientan que hubo otros antes que se sintieron de la misma manera mientras intentan no perder la esperanza de que algún día sirva de algo renunciar a lo que uno es a cambio de conseguir cierta comodidad en un mundo que es de otros.