El 16 de mayo de 1960, se hizo la luz. Theodore Maiman, un físico estadounidense, observó por primera vez los efectos de la amplificación de luz por emisión estimulada de radiación. Este efecto, si lo llevamos al inglés, conforma el acrónimo que bautizó al invento (LASER, light amplification by stimulated emission of radiation) y provocó una revolución.
Este primer láser se construyó con un cristal de rubí
sintético de forma cilíndrica con un centímetro de largo. Sus bases estaban espejadas, formando
el primer resonador óptico activo de la historia. Maiman usó una lámpara de flash enrollada
en espiral en torno al cilindro para excitar sus átomos y, con ello, consiguió la emisión de luz roja coherente en
forma de pulsos que respondían a los destellos de la lámpara.
Maiman no llegó a ganar un Nobel
por conseguir crear uno de los inventos más populares de la historia de la física, pero sí consiguió pasar a la historia como el inventor de un instrumento que no solo sería de gran relevancia para la ciencia, sino también para la cultura popular.
Es obvio que la estética del invento resultó muy atractiva para la sociedad y muy pronto comenzó a ser utilizado como recurso en diferentes ámbitos, entre ellos el cine. En este ámbito, la película que se llevó el hito de mostrar un rayo laser propiamente dicho en funcionamiento fue Goldfinger (1964). En esta aventura de James Bond, el invento de Maiman provocó que viésemos una de las pocas escenas en las que el emblemático espía se mostró genuinamente asustado de sus escasas posibilidades de supervivencia.
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