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El doctor John C. Lilly, durante uno de sus experimentos con delfines |
¿Es posible para los humanos comunicarse con otras especies inteligentes de nuestro propio planeta? Esta pregunta, que lleva fascinando a la humanidad al menos desde el estreno de la película Doctor Dolittle, impulsó a John C. Lilly, médico y neurocientífico, a buscar una respuesta. Lilly estaba convencido de que la comunicación interespecies era posible, y para demostrarlo estableció que necesitaba encontrar un animal con un cerebro tan grande o más que el del ser humano, que fuera amigable y que además se mostrase capaz de producir vocalizaciones complejas. Tras estudiar diversas posibilidades, llegó a la conclusión de que había un candidato ideal que cumplía los requisitos: el delfín.
El científico estaba tan seguro y apasionado con este tema que en su libro 'Man and dolphin' [1] hizo una predicción muy arriesgada: "En las próximas dos décadas, la raza humana establecerá comunicación con otra especie no humana, probablemente marina", y consideraba su libro como una especie de guía para quienes se atrevieran a intentarlo. Teniendo en cuenta que la publicación de dicha obra fue en 1962, podemos asegurar que no pasará a la historia como un gran adivino, pero sí como un apasionado de esta rama de investigación.
El interés de Lilly por la inteligencia de los mamíferos marinos surgió tras un incidente sucedido en 1949, cuando leyó una noticia sobre una ballena muerta varada en la orilla de una playa de Maine, cerca de donde vivía. Junto a otros científicos, se dispuso a conducir hasta allí para rescatar el cerebro del animal y estudiarlo, seducidos por la idea de que estos animales tienen cerebros enormes y podrían guardar sorpresas interesantes. La expedición fue bastante decepcionante, ya que el cerebro estaba en alto estado de descomposición, pero pudieron confirmar que las estructuras cerebrales del animal eran notablemente complejas.
Esta idea se acomodó en su mente y en 1953 comenzó sus estudios con delfines. Ante las dificultades de trabajar con este tipo de animales, Lilly desarrolló métodos innovadores como la implantación de electrodos cerebrales. Estos experimentos revelaron actitudes en los delfines que demostraban que podían entender castigos y recompensas, e incluso se desveló que eran capaces de autorrecompensarse cuando se les enseñaba a ello.
Lilly y su equipo estudiaron a fondo las vocalizaciones de los delfines, que van desde clics hasta silbidos. Notaron que los delfines operan en frecuencias mucho más altas que nosotros, y descubrieron intentos de imitar los sonidos humanos, tanto en el aire como bajo el agua. Planteó la hipótesis de que los delfines podrían poseer un lenguaje nativo complejo y trabajó con un enfoque dual: Intentar enseñarles detalles del inglés por un lado y analizar sus propias comunicaciones por el otro.
Aunque la predicción inicial de Lilly sobre la posibilidad de comunicación con especies animales en un par de décadas desde la publicación de su libro fue demasiado optimista, su trabajo fue pionero y sentó las bases de una investigación que nunca se sabe si podría acabar por tener éxito. En los últimos años, con la aparición de la inteligencia artificial, surgieron proyectos para intentar encontrar patrones en el lenguaje animal que permitan entender sus formas de comunicación de una manera más comprensible para el ser humano [2].
[1] Lilly, John C. (1969). Man and Dolphin. Pyramid Books.
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