Rodrigo Costoya - El Siglo del Milagro


 

Hace unas semanas fui a la presentación que Rodrigo Costoya hizo de El Siglo del Milagro en Coruña y la introducción a la historia que nos contó me convenció para hacer que la novela se colara bastantes puestos en mi fila de libros pendientes. Conocer a fondo el orígen del esplendor de Compostela, personificado en la vida de su principal artífice Diego Gelmírez, es una asignatura que tenía pendiente. Como ciudadano adoptivo de Santiago que fui y sigo considerándome, era imperdonable que solo conociera la leyenda. Pero después de estas 520 páginas sé también la verdad.

Una novela histórica tiene siempre varios retos que superar. El más importante de ellos es el de encontrar una trama con suficiente miga como para hacer que el buen puñado de cientos de páginas que siempre tienen las novelas del género (ley no escrita en el gremio de escritores de histórica, a cumplir bajo riesgo de excomunión) valgan la pena. Pero en una buena novela de este tipo también tiene relevancia el hecho de conseguir que la narración no renuncie al rigor histórico y aún así encuentre la manera de enganchar al lector sin engañar, recurriendo a la ficción solo en aquello que la historiografía ignora. El mérito que consigue el autor con esta obra no es solo superar estos retos, sino además crear un ritmo narrativo tan dinámico que es imposible no pensar en leer un capítulo más cada vez que terminas el anterior. Creo que es la primera vez que me leo una novela histórica prácticamente en un fin de semana, normalmente son libros que llaman a la pausa pero El siglo del milagro no da descanso.

El libro nos pasea por la vida de Gelmírez desde su juventud, como prometedor estudiante de la escuela catedralicia de una Compostela que era una aldea, hasta convertir su localidad de origen en uno de los faros de la cultura occidental. Por el camino, una carrera llena de intervenciones geniales que lo llevaron a influir de manera determinante en la política de aquella Hispania ingobernable, en las decisiones tomadas por algún que otro Papa y a conseguir la creación de una de los emplazamientos religiosos más relevantes del mundo allí donde solo había una obra estancada y condenada al olvido.

 VALORACIÓN:

 

Rubén Pedreira

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