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"No sé qué puede estar fallando, me obligo a sentarme 23 horas al día delante del teclado pero aún así no me salen las ideas geniales" |
Seguro que te suena haber escuchado mil veces a gente aconsejando a los aspirantes a escritor aquello de "Fuérzate a escribir un poco cada día, aunque sea solo un párrafo, no pierdas el hábito". Es uno de los consejos que más se dan cuando a alguien se le da por ponerse a escribir, aludiendo a que esa costumbre generará una rutina y con ello ganaremos tiempo útil de escritura reduciendo el miedo al folio en blanco. Es posible que sea correcto, trabajar para hacer que la escritura sea una de las cosas que haces en tu día a día de forma natural hará que progreses más que si trabajas a tirones una vez al mes. No obstante, hay que tener muy claro en qué punto de tu carrera literaria estás para evitar la frustración.
Antes de obsesionarte con la necesidad de escribir, respira y entiende en qué fase te encuentras. El consejo de no renunciar nunca al hábito de escribir puede ser de vital importancia para alguien que vive de ello y necesita cumplir plazos o encontrar ideas para afrontar un nuevo proyecto que le dé de comer. En esos casos estamos hablando ya de un empleo en el que hay que rendir, pero quizás tú no estás en ese momento. Si estás empezando tu carrera literaria, una de las virtudes que más necesitarás es la paciencia. No necesitas todavía ser un autor prolífico, necesitas ser un autor capaz de encontrarse a gusto con lo que hace y encontrar tus lugares de confort. Mucho más importante que generar una rutina cuadriculada de escritura es cuidar la cabeza para que no caiga en la desesperación. Tener siempre en mente la necesidad de avanzar con tu escritura es agotador, sobre todo cuando estás falto de ideas o de ganas. Estás buscando tu manera de aprender a expresarte artísticamente, no un nuevo método de tortura con el que castigarte.
Aprende a entender tus ritmos. Si no te apetece escribir está más que bien que no lo hagas, siempre que no prolongues esa inapetencia hasta el infinito. Necesitas tener la cabeza despejada para crear algo que valga la pena, necesitas que la idea te llegue en un momento en el que tu mente esté receptiva. No te engañes tampoco pensando que la complacencia con ese estado mental de inactividad se puede alargar mucho tiempo pero, ¿qué problema hay si durante un mes no te sale de dentro sentarte ni un minuto a seguir esa historia que empezaste? Dale tiempo y madura la idea, todo escritor vive con la condena de pensar en clave de sus historias durante buena parte de su día y por ello avanzarás incluso en los momentos más insospechados. Vive, lee y durante las actividades que hagas encontrarás inspiraciones e ideas que te vendrán bien para tu libro. Anota todo, y en el momento que te veas con ganas de regresar a tu obra verás que tienes más caminos por donde tirar y será más fácil.
Muchas veces simplemente no tenemos claro cómo seguir el argumento o cómo conectar dos partes de la historia y ante ese inconveniente nos abrumamos y somos incapaces de encontrar el buen camino. Lo único que hacemos forzándonos a estar delante de una hoja en blanco en esos casos es condenarnos a pasar un rato poco productivo y bastante frustrante que sería mucho más agradable si simplemente bajáramos a la calle a desconectar sin más pretensión que eso. Nunca subestimes la capacidad de una mente despejada, funciona mucho mejor que una mente obcecada. Tomarse un respiro no es malo, no conviertas tu arte en tu obligación ineludible mientras no lo sea.
Aunque es cierto que la cabeza necesita constancia para amoldarse a ello, escribir una novela no es como aprender a tocar la guitarra, no necesitas esa disciplina constante. Es cierto que si dejas y retomas continuamente lo que estás escribiendo perderás tiempo y acabará siendo igual de desalentador, pero si no sabes cuando tomar un respiro también perderás tiempo y, sobre todo, perderás vida.
AXIOMA:
Busca una relación sana con tus ritmos de escritura y no te frustres obligándote a hacerlo sin más. Si estás empezando a escribir valora más el hecho de disfrutar de cada vez que escribes que el de escribir en sí. Si te obsesionas con las rutinas y generas un estado mental equivocado asociarás la labor literaria con estímulos negativos que te alejarán del buen camino. Ya tendrás tiempo de forzarte sin remedio si consigues vivir de ello, pero mientras tanto disfruta del camino sin pasarte de estricto pero evitando también pasarte de permisivo.
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