David Foster Wallace - La broma infinita

 

Escribiré unos párrafos sobre las más de mil páginas de un libro que abrí con grandes expectativas y cerré con incomprensión. No hablo de incomprensión por la historia (que también, porque es compleja), sino por no entender cómo llegué al final si desde el principio sentí más ganas de abandonarlo que de terminarlo.

Lo empecé tras leer mil veces que era duro acabar pero que al final merecía la pena. Ahora sé que hay que matizar eso: Es duro siempre, pero creo que no merece la pena para todos. En mi caso, considero que habría invertido mejor mi ocio si no lo hubiera leído o si lo hubiese dejado a medias.

No suelo escribir reseñas sobre novelas que no disfruté, prefiero que esto sea un espacio de recomendación, pero creo que este libro merece un comentario para quien pueda sentir interés por él. La broma infinita es una gran obra, seguramente una de las obras más complejas y completas del siglo XX, pero no creo que sea una novela de las que “hay que leer”. Hay que leerla si te vinculas a ella pronto, pero si no ocurre eso recomendaría cortar cuanto antes y pasar a otra cosa. Porque este libro está concebido para retar e incluso torturar al lector, para competir con él y medir sus fuerzas, y a mí competir intelectualmente contra un objeto inanimado no me aporta demasiado si no disfruto el proceso.

La novela está llena de humor fino, buenísimas reflexiones y pasajes memorables, pero a pesar de reconocerle todo eso reconozco también que no me divertí durante el camino. La eterna sensación de que en algún momento todo acabaría valiendo la pena se quedó en sensación y, aunque no fue tiempo perdido ya que todo suma, pienso que no me aportó lo suficiente como para justificar la inversión.

Si te llama la atención el libro deberías darle la oportunidad. Pero si tras 200 páginas solo sientes tedio seguramente sea mejor que pares, porque no hay un momento en el que todo cambie. Creo que solo merece la pena si te vinculas con la particular forma de contar las cosas de Foster Wallace, con su evidente vacile al lector, y experimentas así esa ruta. Si no disfrutas de los primeros pasos, creo que tampoco sentirás al llegar al final mucho más que alivio por dejarla atrás.

Rubén Pedreira

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