Las novelas
de Rand, más que novelas, son una dramatización de su filosofía
individualista. En El Manantial defiende las maravillas de la integridad
del ego y el rechazo a la colectivización de todo lo que afecte a la
voluntad individual. El nombre de Rand siempre se usó más en la
discusión política que en la literaria, pero su obra es relevante desde
un punto de vista apolítico. Toda postura filosófica, leída desde un
intento de neutralidad, te enseña a encontrar lo plausible de lo que no
compartes y los ridículos ocultos en lo que sí crees compartir.
Leer ideas es mucho más amable que escucharlas, porque no estás obligado a reaccionar ni a defenderte torpemente por sentirte atacado en lo más profundo de las tuyas. Por esa ceguera que provocan, pienso que las ideas son un lastre si abusas de ellas y que la única opción lógica es ir sacándotelas de encima con el paso del tiempo, que queden solo las innegociables. No tiene sentido tener una opinión sobre todo, y leer este tipo de obras con las que a priori sientes que no vas a empatizar ayuda en ese progreso. Contribuye a ir soltando lastre de ideas e ir entendiendo cuales son menos importantes que otras
Empecé El Manantial con recelo. El protagonista se planteaba en las primeras hojas como la integridad en persona, y los demás como palurdos inútiles. Me temí una de esas historias insufribles en las que el bueno sienta cátedra en cada una de sus frases, lo hace todo bien y su sonrisa triunfa entre las veinteañeras a pesar de tener 93 años. Más tarde la cosa fue cambiando, al protagonista le llueven los problemas por su forma de actuar, y aunque sí que sienta cátedra porque no deja de ser filosofía novelada, todo fluyó bien. Al final ves útiles muchas reflexiones aunque sigas sin defender lo mismo.
Ayn Rand rechazó siempre el peso excesivo del Estado en la vida del individuo, pero acabó solicitando ayudas sociales en sus últimos años. Al final las circunstancias te llevan por sus caminos y por eso es adecuado leer puntos de vista alejados de los tuyos, porque tarde o temprano descubrirás que tus ideas puras no sirven para la vida real y necesitarás encontrar otros apoyos.
Leer ideas es mucho más amable que escucharlas, porque no estás obligado a reaccionar ni a defenderte torpemente por sentirte atacado en lo más profundo de las tuyas. Por esa ceguera que provocan, pienso que las ideas son un lastre si abusas de ellas y que la única opción lógica es ir sacándotelas de encima con el paso del tiempo, que queden solo las innegociables. No tiene sentido tener una opinión sobre todo, y leer este tipo de obras con las que a priori sientes que no vas a empatizar ayuda en ese progreso. Contribuye a ir soltando lastre de ideas e ir entendiendo cuales son menos importantes que otras
Empecé El Manantial con recelo. El protagonista se planteaba en las primeras hojas como la integridad en persona, y los demás como palurdos inútiles. Me temí una de esas historias insufribles en las que el bueno sienta cátedra en cada una de sus frases, lo hace todo bien y su sonrisa triunfa entre las veinteañeras a pesar de tener 93 años. Más tarde la cosa fue cambiando, al protagonista le llueven los problemas por su forma de actuar, y aunque sí que sienta cátedra porque no deja de ser filosofía novelada, todo fluyó bien. Al final ves útiles muchas reflexiones aunque sigas sin defender lo mismo.
Ayn Rand rechazó siempre el peso excesivo del Estado en la vida del individuo, pero acabó solicitando ayudas sociales en sus últimos años. Al final las circunstancias te llevan por sus caminos y por eso es adecuado leer puntos de vista alejados de los tuyos, porque tarde o temprano descubrirás que tus ideas puras no sirven para la vida real y necesitarás encontrar otros apoyos.
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