Alejandro Jodorowsky - Albina y los hombres-perro




Me apetecía leer algo extraño y me crucé casualmente con un libro de Jodorowsky. Habiendo dirigido películas indescriptibles como La montaña sagrada, di por hecho que una novela suya no iba a ser diferente y aportaría una buena dosis de extrañeza. No solo no me equivocaba, sino que hasta me quedaba corto.

El relato empieza con una giganta de piel blanquísima que aparece una noche montando un escándalo terrible junto a la casa de una inadaptada social a la que llaman La Jaiba porque anda como los cangrejos. Cuando La Jaiba sale a ver qué es lo que está pasando ahí, con su palo de ahuyentar borrachos en la mano, se encuentra a una mujer enorme escapando de unos seres rabiosos que son mitad monje tibetano y mitad perro. Después de ahuyentarlos sin saber muy bien cómo, se da cuenta de que la giganta no se acuerda de nada y actúa como una niña. Empezará así una amistad entre ellas y un viaje surrealista para resolver el misterio del pasado de la desmemoriada, a la que La Jaiba bautiza como Albina.

Albina y los hombres perro es una novela cuya historia tiene algo de hipnótico. No llegó a parecerme un gran libro, solo me resultó entretenido de leer, pero sí se debe reconocer su capacidad para introducir al lector en un mundo surrealista que resulta coherente dentro de su imposibilidad y en el que es difícil predecir qué será lo próximo. Cada escena trae consigo un suceso increíble que, a la vez, dentro del contexto de la historia, tiene un halo de plausibilidad que te hace pensar: “¿Un barco navegando en un desierto? Bueno, ¿y por qué no?”.

No hay duda de que la imaginación de Jodorowsky es digna de admiración. Pero menos duda hay de que si Freud lo hubiera pillado por banda algún día, aún hoy se contaría la historia de aquella ocasión en la que un artista chileno traumatizó a un famoso psicoanalista austríaco. Albina y los hombres perro está lleno de travesuras turbias.

Rubén Pedreira

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