Rafa es un
chaval de Coruña que está bastante perdido en la vida. Trabaja de
captador en una ONG, está sobrepasado por su contexto y se definiría
como consumidor esporádico de cocaína, aunque en realidad no deja pasar
tres días seguidos sin respirar decenas de euros de material en el baño
de algún antro del Orzán. En resumen, variando el puesto de trabajo es
la viva imagen de un joven coruñés cualquiera.
Aquí las cosas
pasan más en la cabeza del protagonista que fuera de ella. Los días de
trabajo a pie de calle, las noches de fiesta a pie de bar y las
conversaciones con colegas hacen reflexionar a Rafa sobre su entorno,
futuro laboral, situación sentimental y vida en general. Suele llegar a
la conclusión de que todo eso es una movida demasiado acojonante como
para pensar en ella y que es mejor bajar a drogarse un rato para acallar
la mente. En definitiva, una lección elegante sobre cómo tomar las
riendas ante pensamientos incómodos.
La historia, entre cómica y
depresiva, se recrea en la brutal irresponsabilidad afectiva del mundo
contemporáneo, en la falta de oportunidades para salir del pozo laboral y
en esa apatía característica que desarrolló como propia la generación
de los noventa al encontrarse una vida adulta con cimientos de cartón,
en la que ya solo quedan disponibles algunas migajas que cayeron de la
mesa de quienes llegaron antes al banquete. Una apatía que se abre
camino al aceptar la precariedad como irremediable y que te coloniza
cuando un veterano aleatorio te dice por primera vez que no tienes para
un piso porque pagas Netflix y sales de fiesta de vez en cuando.
Rafa
se enfrenta a su vida con bastante negligencia, tiene la madurez
afectiva de un koala y especula con el sentimiento ajeno. A él lo que le
pide el cuerpo es esperar absurdamente a su ex novia, que lo dejó para
irse a Londres a buscar otra vida, pero en Galicia en invierno hace
mucho frío y marea a incautas para afrontar la insoportable levedad del
ser. Cuando acaba el libro no sabes si empatizas con el cacao mental del
protagonista o si te parece un flipao insoportable. Pero no nos vamos a
engañar, si fuiste veinteañero recientemente entenderás muchas de las
cosas que cuenta.
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