Najat El Hachmi - El lunes nos querrán

 

En el mundo existen dos tipos de personas: Las que quieren imponer a los demás lo que deben hacer y las que no quieren más que vivir su vida en paz. Este libro es la lucha entre esos dos bandos irreconciliables, personalizada en una joven protagonista de origen marroquí criada en un barrio periférico de una ciudad dormitorio cercana a Barcelona.

La protagonista nos cuenta las dificultades con las que se encuentra para ser ella misma creciendo en una comunidad muy cerrada, en un barrio de mayoría marroquí y en una familia especialmente conservadora que no esperaba de ella más que callar, obedecer y casarse con quien la familia decidiera para seguir callando y obedeciendo. Pero lo que ella quiere es elegir su propia vida ajena a la opinión de su familia y a la presión social de sus vecinos.

Es una historia sobre la heroicidad de luchar por vivir la vida que quieres sin hacer daño a nadie y evitando que te obliguen a otra vida que sí te hace daño a ti. Es decir, la heroicidad de hacer algo que no debería ser heroico, sino normal. La protagonista pelea por salir de un agujero para ir metiéndose en otros, porque cuando partes de un contexto desfavorable es complicado salir a flote del todo. Cuenta cómo intenta avanzar hacia una vida que ella elige, pero en la que también se encuentra escollos como el desamparo económico y la profunda soledad de tener que renunciar a casi todo lazo con su vida familiar. Quien parte de un lugar desfavorable solo puede confiar en la suerte, e incluso con ella encontrará que tuvo que renunciar a demasiadas cosas para llegar a algo que se pueda asemejar a sus sueños.

Al leer historias así, de lucha contra una opresión, la mayor tristeza que generan no es la de la historia en sí, sino pensar en otras muchas historias que nunca pudieron ser contadas, que no fueron historias de éxito. Cada historia de alguien que puede contar cómo salvó sus penurias, en mayor o menor medida, está regada de muchos otros intentos ajenos que no pudieron ser contados. Duelen más las luchas que no se pudieron contar que aquellas que sí, porque las que no se pudieron contar encierran algo mucho más terrible todavía que las que llegaron a buen puerto.

Rubén Pedreira

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