“Haber
llegado como especie a presumir de no tener ni un segundo para nosotros
mismos, decir con cierto orgullo lo ocupados que estamos y creer que eso
es éxito es el camino equivocado. Porque la vida es tiempo y renunciar
al tiempo es el mayor de nuestros fracasos”
Tenía ganas de leer
Tres tonos de azul desde que conocí su existencia. No es que sea el tipo
de libro que suelo leer, pero por alguna razón llamó mi atención y era
cuestión de tiempo que se me diera por leerlo. Por cierto, hablando de
llamar la atención es imposible no mencionar que el apartado estético
del libro ayuda mucho a ese objetivo con la impresionante portada
pintada por Esperanza Romero. Cuando decidí empezar a leerlo tardé un
poco en abrirlo, entretenido en mirar el exterior y en pensar que bien
podría colgarse su cubierta enmarcada decorando una pared de alguno de
esos salones de postín que se usan en los anuncios de Ferrero Rocher.
Tres
tonos de azul es la historia de Saúl Martín, un pintor granadino muy
prestigioso, de esos pintores que pintan bien y lo saben porque todo el
mundo les dice que pintan bien. Recientemente divorciado y medio en
shock todavía por los cambios en su vida que una separación provoca,
toda opción de empezar con tranquilidad su nueva etapa de soltero se
frustra cuando ve algo que no debería haber visto mientras visita un
piso para alquilar. Esa escena que presencia, mucho más turbia que las
escenas que típicamente se suele encontrar la gente que visita pisos de
inmobiliarias, desencadena el caos en su vida.
El libro es un
thriller atípico, donde no hay investigaciones policiales pero sí
multitud de misterios criminales y misterios dentro de lo legal, que se
van entrelazando por las páginas e incitando a leer más para ver en qué
acaba toda esa trama de cosas extrañas en las que el pobre hombre se ve
envuelto sin tener mucha culpa. Plagado de referencias musicales y
reflexiones sobre la etapa de la vida que está viviendo Saúl, esta
historia nos mete de lleno en las calles de Granada y nos hace empatizar
con un protagonista caído de rebote en un enredo de poderes a partir
del cual se va a ver en un follón que no va a saber ni en donde se ha
metido.
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