Este libro 
está tan bien escrito que me da cierto reparo reconocer que en ningún 
momento conseguí sentir interés. Esto es así, en ocasiones puedes ver lo
 bueno que tiene algo pero no se da el tema para que te transmita más 
que la sensación de que tiene cosas buenas. Unas veces porque 
simplemente no es una historia para ti y otras porque quizás no tienes 
el día adecuado para ella.
En mi caso creo que se dio la primera 
opción, no es este un libro de los míos. Me gustan las historias 
reflexivas y esta lo es, me gustan las historias concisas que no se 
convierten en turras pedantes y esta lo es, pero no nos llevamos bien. 
Pensé que me gustaría, pero se me hizo repetitiva desde el mismo momento
 en el que el viejo se sube a su barca. Pertenezco a una generación que 
creció ya bastante condicionada por los estímulos inmediatos del mundo 
moderno, para engancharme necesito que me den más cosas que un señor 
hablando solo durante páginas y páginas en la inerte inmensidad del 
océano.
La premisa de la historia es sencilla, un veteranísimo 
pescador lleva semanas sin pescar nada relevante, pero tras su enésimo 
día yéndose a casa con la caña vacía tiene la sensación de que la 
próxima vez que salga a faenar se llevará una pieza de las que hacen 
historia. Al día siguiente se sube al bote de buena mañana y no tarda 
mucho en notar que pica el anzuelo algo que tiene pinta de dar para más 
de dos y más de tres platos de salpicón. Empieza así una lucha igualada 
para ver quién se lleva la pelea por la vida, el viejo esperando a que 
el anzuelo desgaste al pez o el pez consiguiendo que las fuerzas del 
hombre flaqueen lo suficiente como para que sea incapaz de seguir 
aguantando después de horas y horas sin comer, dormir ni tomar unos 
vinos en la tasca del pueblo.
El viejo se lo toma con mucha 
filosofía y deja reflexiones para el recuerdo. En lo que respecta a mí, 
valoré su esfuerzo titánico por no soltar el pez de la misma manera que 
la humanidad no suelta su búsqueda de un significado para su existencia,
 pero lo cierto es que lo único que me apetecía mientras leía era que el
 buen hombre pescara de una vez el pez y se marchara a su casa a 
descansar, que buena falta le hacía.
VALORACIÓN:
 
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