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Rubén Pedreira | Autor de Zona de habitabilidad

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Una nueva tanda más de esas canciones que te vienen a la mente de vez en cuando y cuyo nombre puedes llegar a ser incapaz de recordar. Vamos con diez más.

- Runaway (The Corrs)

Todos sabemos cuál es 'la mítica' de The Corrs. Pero no todos recuerdan que la otra mítica de The Corrs es de The Corrs.

 

- Alright (Supergrass)

Música de fondo en una escena significativa entre Ted y Robin en 'Como conocí a vuestra madre' y banda sonora típica de momentos despreocupados. También tiene mucha matraca dada en campañas publicitarias diversas.

 

- I just want to make love to you (Etta James)

Recuerda alguna película en la que salga alguien haciendo un striptease. La probabilidad de que esto estuviese sonando mientras tanto de fondo es tan alta que ni está permitido apostar por ello.

 

- Young Folks (Peter Bjorn and John)

Más conocida como 'La canción esa del tipo silbando'. 21, Blackjack, Cómo Conocí a Vuestra Madre, Las Vegas... Y FIFA 08.

 

- Dúo de las flores (Léo Delibes)

Originalmente un fragmento de la ópera Lakmé, fue reavivada en los 90 por Tony Scott en la mejor escena de 'Amor a quemarropa' para acabar siendo tristemente relegada a acompañamiento de anuncios de colonias.

 

- ¡Fenómeno! (Los Caracoles)

Ya ni te acordabas de ella, pero la tuviste martilleando en tu cabeza durante mucho tiempo y ahora la tendrás de nuevo

 

- Tijuana Taxi (Herb Alpert & The Tijuana Brass )

Imagina coger un taxi en Tijuana y que no suene esto

 

- El Tigeraso (Maluca)

La canción que hizo que nunca contrataras Tuenti móvil.

 

- Mundian To Bach Ke (Panjabi MC)

Cuando coges la canción de 'El Coche Fantástico' y le das un toque hindú. Banda sonora de 'El dictador'

 

- Summer Love (David Tavaré)


Es verano, 2006. Subes al coche, pones la radio y está sonando ese 'nananana'. Vas al bar y la tele está puesta en Sol Música, donde suena ese 'nananana'. Vas al dentista y el recepcionista tararea ese 'nananana'. Omnipresente

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Tras publicar hace unos días la primera parte de esta serie, es turno ya de la nueva tanda de diez canciones que tarareaste alguna vez pero que posiblemente tengas problemas para llegar a identificar su título o incluso su intérprete

- Pennsylvania 6-5000 (Glenn Miller)

Glenn Miller fue el creador de múltiples canciones de esas que se reconoce al momento, y ya en la anterior entrega aparecía el músico estadounidense. Esta obra aparece, entre otros, en uno de los capítulos más característicos de la 2ª temporada de 'Twin Peaks' o en el capítulo de 'Los Simpson' en el que Abe se hace torero

 

- Witch Doctor (Cartoons)

Su vídeo estrambótico y sus pintas locas no pararon de aparecer en televisión y radios a finales de los 90. Algunos niños llegaron a traumatizarse con la hiperactividad de esta gente.

 

- Baker Street (Gerry Rafferty)

 'El indomable Will Hunting', 'Zodiac' y, por supuesto, Lisa Simpson tocando el saxo. Creo que no existe absolutamente ninguna canción mítica que no haya salido en las 453 temporadas de esa serie.

 

- Midnight City (M83)

¿Tenéis en mente esa canción que sale en miles de anuncios y promos de televisión? Sí, esa que da una sensación así como de nocturnidad, como de conducir un Mini por las desiertas y oscuras calles de Nueva York. Pues es esta.

 

- We used to be friends (Dandy Warhols )

Canción de FIFA 2004 y de casi toda serie adolescente de la época ('Veronica Mars', 'The OC'...), con lo que supongo que cualquiera nacido en los 90 como el que aquí escribe tendrá esas notas iniciales grabadas

 

- Green Onions (Booker T. & The MG's)

Si no la conoces por 'American Grafitti', estoy seguro de que la conoces por escucharla en Master Sounds 98.3 en GTA San Andreas. ¿Por qué se llama 'Green Onions'? Porque 'Jonny B. Goode' ya estaba cogido

 

- Land of 1000 dances (Wilson Pickett)

Sí, la de 'Full Monty'. Pero no esa de Full Monty en la que estás pensando, sino la otra. También sale en 'Forrest Gump' y a saber en cuantos cientos de sitios más

 

- Sirius (The Alan Parsons Project)

La escuchas y eres capaz de imaginarte a Michael Jordan saltando a pista acompañado de Dennis Rodman y Scottie Pippen. 


- Lux Aeterna (Clint Mansell)

Si viste 'Requiem por un sueño' la conoces. Si no, también

 

- Atrapados en la red (Tam Tam Go)

Una de esas maravillosas creaciones realizadas cuando todo el mundo quería hablar de la magia de Internet. La canción que te hizo querer que alguien te hiciera un rinconcito en el archivo de su corazón

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Te pasó mil veces, como a todo el mundo. El ritmo o la letra de una canción que escuchaste mil veces aparece en tu cabeza de repente y te obsesionas al darte cuenta de que no recuerdas ni el título ni el artista. Muchas veces ni siquiera recordarás de qué la cononces. La sensación es incómoda, porque no puedes evitar obsesionarte por encontrar el origen de ese tono que no puedes sacar del cerebro.

En esta serie de artículos buscaremos dar solución a un buen puñado de obras musicales que suelen provocar ese tipo de problema. Es imposible que estén todas, pero esperemos que algunas de las de la lista os solucionen definitivamente aquella incógnita que os tuvo días pensando de dónde había salido la melodía que vuestro cerebro recuperó desde algún remoto pasado.

Empezamos la primera parte de esta recopilación con las primeras 10 canciones:

- Baby Elephant Walk (Henry Mancini)

Del compositor de la mítica banda sonora de 'La Pantera Rosa', esta pieza fue compuesta para la película Hatari! de Howard Hawkes. Quizás la aparición más popular, no obstante, sea la del episodio 'Dancing Homer' de Los Simpson

 

- Guillermo Tell, Obertura (Gioachino Rossini)

Una obra típica para acompañar escenas de cine o televisión en las que se muestran situaciones con protagonistas realizando actos acelerados. Fue bastante usada en películas de Bugs Bunny.

 

- Take Five (The Dave Brubeck Quartet)

El single de jazz más vendido de la historia, muy utilizado en cine y en anuncios de televisión. Las series 'Twin Peaks', 'El ala oeste de la Casa Blanca' o la película 'Constantine' la usan en alguno de sus capítulos.

 

- In the hall of the mountain king (Edvard Grieg)

Versionada por The Who o Trent Reznor (cuya versión perteneció a la BSO de 'La red social'), usada en algún anuncio de TV cada pocos años... Incluso la canción de 'El Inspector Gadget' está basada en esto

 

- Ready, Steady, Go (Paul Oakenfold)

Una canción hecha para resumir el espíritu de la industria audiovisual de principios de los 2000. Aparece en la escena de la persecución en coche de 'El caso Bourne', en 'Collateral' y en mil videojuegos de la época

 

- Maple leaf rag (Scott Joplin)

Joplin revolucionó el piano y el jazz con sus aportaciones al género del ragtime a principios del siglo XX. En los años 70 su música volvió a primera plana de popularidad gracias a salir en películas como 'El Golpe'


-Entrada de los gladiadores (Julius Fučík)

En sus orígenes, una marcha militar. En la actualidad, la música circense por excelencia

 

- La danza del sable (Aram Khachaturian)

Parte del ballet 'Gayane', apareció en películas de todo tipo como 'One, Two, Three', de Billy Wilder, o 'Scoop', de Woody Allen. También, como muchas canciones dignas de aparecer en esta lista, sale en un capítulo de Los Simpson

 

- La mañana (Edvard Grieg)

Como la anterior composición de Grieg mencionada, forma parte de la música que compuso para acompañar la obra 'Peer Gynt' del dramaturgo Henrik Ibsen. Si alguien despierta en un ambiente idílico en alguna película, esto estará sonando de fondo.

 

- Hevia - Busindre Reel

A finales de los 90 hubo un año en el que levantabas una piedra y sonaba esto. Y ahora, más de 20 años después, ese sonido puede resucitar en la mente como 'la canción de la gaita' y buscar en vano pensando que era Carlos Nuñez. Pero no.

 

- In the mood (Glenn Miller)

Glenn Miller era un genio y tiene una ingente cantidad de canciones reconocibles al instante. Quizás esta sea la más famosa, sobre todo para la gente a la que las palabras 'Jive Bunny & The Master Mixers' le suenan de algo.

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Este libro es uno de esos que cada vez que aparecen en una conversación siembran polémica inmediata. ¿Polémica porque se ambienta en un mundo ficticio en el que los nazis ganaron la guerra? No, claro que no, eso no tiene nada de polémico. La polémica está en que lo normal es que a la gente le salga definirlo como distopía. Y como tengas la mala suerte de que esté presente tu colega el intenso lo más probable es que se eche las manos a la cabeza y grite “¡es ucronía, no distopia!”. Evidentemente, después de esa corrección tan innecesaria y repelente siempre se hace inevitable pasar a las manos.

Años antes de dejar sin responder la inquietante pregunta de si las ovejas sueñan con androides eléctricos (o algo similar), P.K. Dick se esforzó por dar contestación a otra cuestión: ¿Y si a Hitler le hubiera salido bien el plan ese que tenía? Esa pregunta, que se hacen todavía algunos a quienes la prensa define como como ‘nostálgicos, es la premisa de la que parte una novela en la que el mundo es muy diferente al que acabamos heredando tras la II Guerra Mundial.

En el mundo ucrónico (que no distópico, recordemos por el bien de nuestra salud mental) montado por el escritor, los tanques también funcionaban regular en la nieve rusa, igual que en la verdadera sucesión de los acontecimientos de nuestra línea temporal. Pero hubo por ahí algún detalle, acaecido por supuesto en ese lugar que siempre es escenario y motivo de todo y llamado Estados Unidos, que provocó que las cosas acabaran de manera distinta. Como consecuencia, el país del sueño americano pasó a ser una pesadilla y se lo repartieron entre Alemania y Japón.

En la parte japonesa de esos Estados Unidos de ficción, donde se ambienta la trama principal de la novela, diversos personajes se enfrentan a una sociedad en la que los conflictos políticos y sociales están por todas partes. Además, todo el mundo está obsesionado con un libro llamado ‘La langosta se ha posado’, escrito por un enigmático hombre que vive en un castillo fortificado y que narra la historia de un mundo alternativo en el que ocurrió algo fuera de toda lógica: Los aliados ganaron la guerra contra los nazis. Una locura.

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Uno de los documentos más inescrutables de la historia de la humanidad es, sin duda, el llamado Manuscrito Voynich. Se trata de un documento cuyos orígenes (según pruebas de carbono 14) se hallarían en el siglo XV y que presenta múltiples representaciones gráficas de plantas fantásticas incomparables a cualquiera existente en la Tierra, figuras humanas o incluso calendarios astronómicos. No obstante, no son sólo los dibujos que contiene lo que hace de esta obra un enigma, sino que lo más increíble está en sus escrituras: presenta un idioma totalmente desconocido hasta la fecha, llamado voynichés, y todos los intentos de descifrarlo fueron infructuosos.

Una de las ilustraciones del libro rodeada del enigmático lenguaje. Este dibujo pertenece a una sección específica del manuscrito en la que abundan representaciones de mujeres desnudas bañándose en un fluido desconocido


El libro debe su nombre a Wilfrid Voynich, bibliófilo lituano que lo adquirió a principios del siglo XX, y presenta imágenes de humanos con rasgos europeos, con lo que podría acotarse su origen a este territorio. No obstante, poco más se sabe sobre su significado y cometido, pues si bien los dibujos parecen poder asociarse a algún tipo de tratado medicinal, no existen evidencias que permitan apuntar exclusivamente en esa dirección.

Algunas de las representaciones astronómicas presentes en el manuscrito


Por otro lado, aunque durante un tiempo existieron teorías que apuntaban a que el lenguaje mostrado en sus páginas era totalmente inventado y aleatorio, lo cierto es que los estudios demuestran que el curioso idioma cumple la denominada Ley de Zipf, que dictamina que en las mayorías de lenguas conocidas la palabra más repetida se utiliza aproximadamente el doble de veces que la segunda, tres veces más que la tercera y así sucesivamente.

Uno de los mayores enigmas del códice son los dibujos de plantas fantásticas y totalmente desconocidas


En total, la obra cuenta de 116 hojas con inscripciones por ambas caras, lo que forma un conjunto de 232 páginas que hasta hoy permanecen indescifrables a pesar de ser objeto de estudio por algunos de los más importantes criptógrafos de los últimos siglos. Ni siquiera los más modernos ordenadores consiguieron progresos significativos en este misterio, a pesar de que a principios de 2018 algunos medios publicaron que una inteligencia artificial había sido por fin capaz de descifrar el ininteligible voynichés. La realidad del caso fue, finalmente, que las frases que había arrojado esta inteligencia no tenían sentido real, con lo que la impenetrabilidad del lenguaje (que muchos expertos creen que es un código criptográfico basado en un lenguaje desconocido) continúa siendo una realidad que permanece en la sección de manuscritos y libros raros de la biblioteca de la Universidad de Yale a la espera de ser descifrada.
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El título de este libro me cabreó un poco. No solo genera falsas expectativas, ya que en toda la novela no aparece ni un solo cartero, sino que está terriblemente obsoleto. En estos tiempos el cartero llama una vez como mucho, y si a los dos segundos no te dio tiempo a abrir te llega un SMS diciendo que no se pudo entregar el paquete y que vayas a la central a recogerlo si quieres.

A falta de carteros, lo que sí tenemos aquí es un vagabundo llamado Frank que un día cualquiera entra a comer a un restaurante de carretera en mitad de la nada. Allí se encuentra de camarera a Cora, una mujer casada con un griego que da pena verlo de lo gordo, feo y viejo que está. Cora, que es mucho más joven que su marido y tiene su público, está bastante asqueada de su vida conyugal y el detalle no pasa desapercibido para Frank, que se las sabe todas y saca toda la artillería para aprovechar la situación y darse una alegría.

Frank le pilla el gusto al local y lía al griego, que es el dueño, para que le permita trabajar allí. Con Cora totalmente conquistada y dispuesta a hacer cualquier locura por semejante gentleman, Frank comenta que matar al marido haciendo que parezca un accidente para que ella herede su local y su dinero es un plan bastante interesante. Cora es de esas personas que cuando se enamora de un vagabundo que acaba de conocer da todo lo que tiene en su corazón, así que ni se lo piensa y dice que sí, que le cunde.

Las cosas, no obstante, no van según lo esperado. El plan inicial de pegarle al pobre hombre un castañazo en el baño y decir que se resbaló en la ducha termina siendo un fracaso estrepitoso, aunque en el intento el viejo se lleva un golpe considerable que le deja la memoria tocada y cuando vuelve en sí no se acuerda del descarado intento de homicidio. Teniendo otro intento gratis gracias a esa amnesia, los otros dos no se van a dar por vencidos tan fácilmente y no pretenden parar hasta conseguir lo que quieren.

Por otro lado, esa ‘Edición Especial’ que aparece en la portada me hacía esperar grandes sorpresas, pero es un libro normal. No tiene coloreables, ni fotos en HD ni entrevistas con carteros sobre cuantas veces les gusta llamar.

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Franz Kafka en un retrato de juventud

 

El asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria el 28 de junio de 1914 fue la gota que colmó un vaso que al desbordarse dio comienzo a la Primera Guerra Mundial. El autor de su muerte fue el nacionalista bosnio Gavrilo Princip, de una organización (Joven Bosnia) que buscaba liberar su tierra de la dominación ejercida por el Imperio Austro-Húngaro y anexionarse a Serbia para formar el estado yugoslavo.

La dramática historia que sobrevino después es conocida por todos. Un compendio de crisis diplomáticas entre las principales potencias europeas crearon un contexto político insostenible que acabó con una declaración de guerra entre Austria-Hungría y Serbia, movilizando en cadena a otros países con acuerdos de protección con ambos bandos beligerantes. El día 31 de julio Rusia (aliado serbio) se movilizó para ejercer presión sobre Alemania (aliado austrohúngaro) y se vivieron días de tensión en los que el país germano instó al gobierno ruso de manera ineficaz a cesar las acciones contra su país. Debido a la total falta de entendimiento, el 1 de agosto Alemania acabó declarando la guerra a Rusia como parte de un conflicto que duró 4 años y dejó incontables muertos en Europa.

La población civil, por supuesto, asistía con pánico a aquellos primeros días de un conflicto que tenía potencial para arrasar sus vidas sin compasión. No obstante, sorprende ver la anotación del diario de Franz Kafka del día 2 de agosto de 1914 resumiendo su jornada de la siguiente manera:

    Alemania ha declarado la guerra a Russia. Por la tarde fui a nadar

Estas palabras, por supuesto, no se pueden tomar como una muestra de absoluta indiferencia. Es obvio que el escritor checo sí daba relevancia al suceso, pues lo escribió en su diario personal, pero es un ejemplo perfecto de que, incluso en los momentos más complicados, la vida sigue.

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Fotograma de la película El cartero siempre llama dos veces (1981), basada en la novela

El cartero siempre llama dos veces es una novela de James M. Cain publicada en 1934 que narra la historia de Frank Chambers, un vagabundo que se enamora de Cora, la esposa del dueño de un restaurante de carretera al que Frank llega por casualidad. Juntos planean asesinar a Nick, el esposo, para quedarse con el negocio y el dinero, pero las cosas resultan no ir según lo esperado.

El título de la novela ha generado mucha curiosidad y especulación entre los lectores, pues no parece tener una relación directa con la trama. El propio autor explicó en el prólogo de su libro Double Indemnity que se le ocurrió el título durante una de sus charlas con el guionista Vincent Lawrence, al que le escuchó decir que se había fijado en que siempre que esperaba correspondencia por parte de los productores de Hollywood el cartero que se la traía llamaba dos veces a su puerta. En el momento de aquella conversación, Cain llevaba un tiempo discutiendo con su editor sobre qué título usar para su obra y esa frase le dio la idea que acabaría siendo definitiva.

Las interpretaciones del título buscan relacionarlo con el destino, la justicia y la fatalidad que persigue a los protagonistas, viniendo a decir que tarde o temprano el peso de sus actos recaerá sobre ellos aunque no sea al primer intento. El propio autor se refirió en entrevistas a una costumbre inglesa de tiempos remotos en la que el cartero llamaba siempre una primera vez para avisar de su presencia, mientras que si llamaba una segunda vez significaba que traía un telegrama, lo cuál solía ser mal asunto.

Lo que está claro es que el título consiguió que la novela se perpetuara en el tiempo inspirado varias películas, obras de teatro y hasta una ópera. Su mezcla de pasión, violencia y suspense la convierten en una obra maestra de la novela negra.

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Rafa es un chaval de Coruña que está bastante perdido en la vida. Trabaja de captador en una ONG, está sobrepasado por su contexto y se definiría como consumidor esporádico de cocaína, aunque en realidad no deja pasar tres días seguidos sin respirar decenas de euros de material en el baño de algún antro del Orzán. En resumen, variando el puesto de trabajo es la viva imagen de un joven coruñés cualquiera.

Aquí las cosas pasan más en la cabeza del protagonista que fuera de ella. Los días de trabajo a pie de calle, las noches de fiesta a pie de bar y las conversaciones con colegas hacen reflexionar a Rafa sobre su entorno, futuro laboral, situación sentimental y vida en general. Suele llegar a la conclusión de que todo eso es una movida demasiado acojonante como para pensar en ella y que es mejor bajar a drogarse un rato para acallar la mente. En definitiva, una lección elegante sobre cómo tomar las riendas ante pensamientos incómodos.

La historia, entre cómica y depresiva, se recrea en la brutal irresponsabilidad afectiva del mundo contemporáneo, en la falta de oportunidades para salir del pozo laboral y en esa apatía característica que desarrolló como propia la generación de los noventa al encontrarse una vida adulta con cimientos de cartón, en la que ya solo quedan disponibles algunas migajas que cayeron de la mesa de quienes llegaron antes al banquete. Una apatía que se abre camino al aceptar la precariedad como irremediable y que te coloniza cuando un veterano aleatorio te dice por primera vez que no tienes para un piso porque pagas Netflix y sales de fiesta de vez en cuando.

Rafa se enfrenta a su vida con bastante negligencia, tiene la madurez afectiva de un koala y especula con el sentimiento ajeno. A él lo que le pide el cuerpo es esperar absurdamente a su ex novia, que lo dejó para irse a Londres a buscar otra vida, pero en Galicia en invierno hace mucho frío y marea a incautas para afrontar la insoportable levedad del ser. Cuando acaba el libro no sabes si empatizas con el cacao mental del protagonista o si te parece un flipao insoportable. Pero no nos vamos a engañar, si fuiste veinteañero recientemente entenderás muchas de las cosas que cuenta.

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Esta novela tiene un algo que no tienen otras novelas. Cuenta la historia de un joven militar que, con 20 años, es destinado a una fortaleza fronteriza para comenzar su primer servicio. Espantado por encontrarse con un lugar en el que todo indica que no pasó nada en tres siglos y pasará menos aún en los tres siglos siguientes, intenta el primer día pedir un cambio de destino, pero de algún modo lo convencen de que se espere un poco, que la antigüedad en la fortaleza cuenta el doble que en cualquier otro sitio y que le vendrá bien la experiencia.

Lejos de sospechar que eso de que estar allí cuente más que estar en otros sitios pinta muy feo, decide quedarse unos meses y ver qué es lo que pasa. La rutina es asfixiante, llena de formalismos y costumbres, como la vida militar en cualquier puesto de guardia salvo por el hecho de que lo único que hay al otro lado de la frontera es un desierto. No te encuentras allí ni a Wally despistado, lo cuál tiene lógica porque a Wally donde le gusta estar es en sitios con mucha gente amontonada y con el mayor número de prendas rojiblancas posible.

Giovanni Drogo, que así se llama el joven protagonista, se va contagiando del ánimo de la fortaleza, donde los presentes tienen en común un secreto afán de lucha que los lleva a ilusionarse con que algún día llegará el enemigo y dará sentido a su estancia allí. Corren rumores milenarios de que al norte de aquel desierto viven los tártaros agazapados, esperando el momento de atacar la fortaleza, pero se hacen de rogar.

Drogo va olvidando sus ansias de escape y las sustituye por el ansia de que su tiempo desperdiciado allí algún día valga la pena. El cuerpo le pide guerra, como a sus compañeros. Pierde el gusto por los placeres mundanos, cuando usa sus permisos para visitar su ciudad se encuentra una casa que perdió el significado de hogar y es incapaz de sentir pertenencia con cualquier cosa que no sea esa fortaleza que es más bien una cárcel vital. El tiempo pasa y es lo único que pasa. Drogo, que empezó teniendo todo el tiempo por delante, va viendo con sorpresa como cada vez deja más tiempo por detrás. Y nos deja una novela nostálgica que no tiene pinta de poder olvidarse.

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Tuve siempre a Crimen y castigo en una discreta cuarentena preventiva, como uno de los grandes miembros de ese género de libros que, al verlos, te provocan inmediatamente un entornar de ojos, un arrugamiento de nariz y un meneo de cabeza que viene a decir “si eso más adelante, cuando el cuerpo ya solo me pida mecedora y manta”.

No es que sea kilométrico, esta edición consta de algo menos de 800 páginas con letra decente, pero tiene esa aura de libro imponente que genera cierto respeto. Creo que en nuestro ADN llevamos un trozo de los traumas de nuestros antepasados y este libro tiene a sus espaldas casi 200 años de lecturas obligatorias a lo largo del planeta, atormentando a aquellos en cuyas manos cayeron sus cinco kilos de peso sin llegar a sentirse agradados por la historia.

Cuento mi reticencia previa porque después de acabarlo me sorprende darme cuenta de que estaba muy equivocado en mis prejuicios. No es un ladrillo de los que generan lágrimas, es una lectura bastante dinámica, en varios aspectos casi un thriller psicológico primitivo. Entramos desde el primer momento en la mente de un joven trastornado que mata a hachazos a una vieja y a otra señora que pasaba por allí y vemos su manera de lidiar con la culpa, su manera de autoengañarse y su forma de enfrentarse al mundo a partir de su crimen. Llegamos a conocer a ese enajenado ególatra de una manera tan nítida, nos mete tanto en sus pensamientos, que nos sentirnos incómodos descubriendo la cantidad de gilipolleces por minuto que es capaz de decirse a sí mismo.

Quizás, y sin ánimo alguno de refutar a los clásicos, le achaco que en ocasiones los personajes parecen poco humanos. Por momentos se dejan ver más como estereotipos que como entes con teórica vida, pero era el estilo del autor. En general, pocos más peros se le pueden poner a una obra que se mete dentro de tu cerebro desde el primer momento y genera esa voluntad crítica en el lector de reflexionar sobre lo que ese pobre chaval tiene en la cabeza, sobre cuáles de sus ideas son lícitas y cuáles no son más que delirios. Cuando una novela es un clásico, lo es por algo aunque de entrada dé pereza.

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Cuando vi la portada de este libro me hizo gracia y pensé que eso tenía que ser una parodia del Hiperdino. Leyendo la sinopsis, su ambientación en Canarias me confirmó dicha referencia a la cadena de supermercados más famosa de las islas y su argumento llamó mi atención. Como autor de novelas (solo tengo una, pero el plural queda elegante) ambientadas en Canarias que abordan la crisis existencial desde un punto de vista cómico, otras novelas ambientadas en Canarias y que abordan la crisis existencial desde un punto de vista cómico me llaman la atención.

Supersaurio nos habla en primera persona contándonos la vida de Meryem, con sus veinticinco años y con todos sus sueños laborales ya por detrás más que por delante. Terminados sus estudios y aceptando que su futuro pinta feo, decide que lo prioritario es encontrar un trabajo de lo que sea para poder aspirar a algo tan ambicioso como es poder pagarse su propia vivienda y su propia comida. La suerte le sonríe cuando la cadena de supermercados con los mejores precios de Canarias confía en ella para ofrecerle unas prácticas que le reportarán la friolera de quinientos euros mensuales. ¿Quién podría decir que no?

El libro nos cuenta la perspectiva de Meryem, siempre llena de humor irónico y de referencias a la cultura popular del siglo XXI, alrededor de lo que ocurre en su nueva vida de becaria explotada. Reflexiona sobre las esclavitudes del mundo laboral, sobre los sinsentidos de la sociedad contemporánea y, por encima de todo, sobre la incapacidad que tiene la gente para pronunciar bien su nombre. En el trabajo es incapaz de socializar de manera funcional, todo el mundo que la rodea en su oficina es un pijo insoportable, un cuñao o un cuñao insoportablemente pijo. Aunque eso cambia cuando conoce a un señor mayorcísimo llamado Omar con el que desarrolla una confianza que le permite sobrellevar mejor el día a día laboral.

Es un libro con el que llegas a reírte con ganas, que utiliza una forma de expresión original y con una protagonista que consigue que vayas empatizando con ella hasta lograr, según van pasando los capítulos, que te caiga bien y consiga hacerte enfadar con lo mismo que se está enfadando ella.

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Reconozco que es la primera vez que leo algo de Stephen King, lo cual es curioso. Curioso porque después de sus no sé cuántos cientos de trillones de libros vendidos poca gente queda ya en el mundo sin haber leído algo suyo y curioso porque, por lo general, las obras autobiográficas se suelen leer cuando tienes algún tipo de interés en el trabajo del autor.

Nunca tuve especial interés en sus novelas, pero veo increíble su capacidad para producir libros con la misma facilidad que quien produce sudor al correr la maratón de Sevilla en pleno julio. Se me dio por leer esto porque últimamente no me apetece demasiado ponerme a escribir, y sacar ganas para escribir me parece importante cuando eres alguien a quien le gusta escribir cosas. Pensé que leer las experiencias de alguien que produce páginas como churros podría darme algunos trucos para salir del pozo de la pereza creativa.

El libro habla de la visión de King sobre la literatura, de sus rutinas de escritura y de cómo consiguió crear algunos de sus best sellers. Uno de los trucos que comenta y que tiene especial peso en su época de mayor vorágine creadora quizás haya podido contribuir a su hiperactividad, pero a mí no me convenció demasiado: Cocaína. No lo plantea como un consejazo para escritores ni como el secreto mejor guardado de su productividad, claro; lo comenta como algo muy negativo porque como suplemento alimenticio es un producto que tiene sus defectos. Pero no parece que durante los ochenta dedicase mucho tiempo a dormir, y cuando duermes pocas horas tienes más tiempo para invertir en escribir El resplandor.

En cualquier caso, más allá de temas nutricionales, el libro contiene muchas cosas útiles e interesantes sobre cómo entiende King la producción literaria. Contado a medio camino entre la autobiografía y el ensayo, explica la ruta desde sus orígenes humildes hasta su conversión en autor de éxito, comenta cómo afronta el proceso de creación y da consejos sobre cosas a evitar con los que por lo general estuve bastante de acuerdo. Sigo sin haber encontrado las ganas de escribir, pero no pasa nada. Sacar cinco novelas de mil páginas cada año tampoco estuvo nunca entre mis planes.

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Xavier Aldekoa nos lleva de viaje por un río que desde siempre se asocia a Egipto pero que moja más países. Desde su visión de periodista especializado en África, cuenta su viaje de 2016 por algunos de ellos (Uganda, Sudán del Sur, Etiopía, Sudán y Egipto) introduciendo el contexto general de cada uno y con numerosas paradas en el camino para hablar con las gentes aleatorias que se encuentra. Esas conversaciones son frecuentes y expuestas sin filtros.

Es un viaje que poco tiene que ver con el turismo, Aldekoa no se paró a comprar souvenirs ni publicó stories de Instagram (o quizás sí, pero no quiso contarlo). Lo que leemos es el Nilo cotidiano, con las peleas de su gente para vivir y, sobre todo, las peleas de su gente para ser libres. Los conflictos geopolíticos y las dictaduras represoras se sucedieron a lo largo de la historia contemporánea en estos lugares donde todo el planeta aprovecha la impunidad para mercadear con sus propios intereses a costa de la existencia ajena.

Cuando compré el libro lo hice pensando en leer una buena crónica sobre el Egipto actual, un lugar que siempre llama la atención, pero es el país por el que más de puntillas pasa. Al acabar pensé que está bien que así sea, porque hay otros países ahí fuera que, sin tener ese magnetismo que otorga la historia egipcia, tienen también una realidad que debe ser contada y conocida.

La simple idea de privar a un pueblo de la libertad de construir su propia historia sin intereses ajenos aupando a dictadores trastornados por ser útiles o apoyando a grupos armados para derrocar democracias que no interesan es desastrosa. No sé si podremos erradicar esto algún día, pero sí podemos leer las historias de los lugares en los que este tipo de prácticas se llevan al extremo y entender lo que es vivir en la incapacidad para ser lo que eres. La libertad del ciudadano medio seguramente no es completa en ningún lugar, pero entender lo que ocurre allí donde esa libertad se coarta con menos pudor que en otros sitios ayuda a entender mejor un mundo del que cada vez tenemos mayor acceso a información y menos capacidad para utilizarla sin ser influenciados por el ruido.

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“Haber llegado como especie a presumir de no tener ni un segundo para nosotros mismos, decir con cierto orgullo lo ocupados que estamos y creer que eso es éxito es el camino equivocado. Porque la vida es tiempo y renunciar al tiempo es el mayor de nuestros fracasos”

Tenía ganas de leer Tres tonos de azul desde que conocí su existencia. No es que sea el tipo de libro que suelo leer, pero por alguna razón llamó mi atención y era cuestión de tiempo que se me diera por leerlo. Por cierto, hablando de llamar la atención es imposible no mencionar que el apartado estético del libro ayuda mucho a ese objetivo con la impresionante portada pintada por Esperanza Romero. Cuando decidí empezar a leerlo tardé un poco en abrirlo, entretenido en mirar el exterior y en pensar que bien podría colgarse su cubierta enmarcada decorando una pared de alguno de esos salones de postín que se usan en los anuncios de Ferrero Rocher.

Tres tonos de azul es la historia de Saúl Martín, un pintor granadino muy prestigioso, de esos pintores que pintan bien y lo saben porque todo el mundo les dice que pintan bien. Recientemente divorciado y medio en shock todavía por los cambios en su vida que una separación provoca, toda opción de empezar con tranquilidad su nueva etapa de soltero se frustra cuando ve algo que no debería haber visto mientras visita un piso para alquilar. Esa escena que presencia, mucho más turbia que las escenas que típicamente se suele encontrar la gente que visita pisos de inmobiliarias, desencadena el caos en su vida.

El libro es un thriller atípico, donde no hay investigaciones policiales pero sí multitud de misterios criminales y misterios dentro de lo legal, que se van entrelazando por las páginas e incitando a leer más para ver en qué acaba toda esa trama de cosas extrañas en las que el pobre hombre se ve envuelto sin tener mucha culpa. Plagado de referencias musicales y reflexiones sobre la etapa de la vida que está viviendo Saúl, esta historia nos mete de lleno en las calles de Granada y nos hace empatizar con un protagonista caído de rebote en un enredo de poderes a partir del cual se va a ver en un follón que no va a saber ni en donde se ha metido.

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Vuelvo a la saga de Puerto escondido tras un par de meses de descanso. Este es el cuarto libro, una historia que desde el primer momento se desvela como un homenaje a las intrigas detectivescas de principios del siglo XX y podría ser perfectamente una novela escrita por Agatha Christie si a Agatha se le hubiese dado por nacer en San Vicente de la Barquera. Pero como la reina del crimen nació en el entrañable pueblo británico de Torquay, Lo que la marea esconde fue escrito por María Oruña y lo de ser el artista más emblemático de San Vicente de la Barquera le tocó al también sobradamente talentoso David Bustamante.

La historia presenta de entrada un asesinato imposible. Una señora de la alta sociedad santanderina, presidenta del Real Club de Tenis y con poder hasta para decirle a Rafa Nadal que ella es más de Roger Federer sin que pase nada, se va a su camarote en el barco donde asistirá a una cena. Necesita descansar quince minutos antes de empezar a comer porque está fatigada tras haber llegado de un largo viaje. El problema es que esos quince minutos se le complican muchísimo y los demás comensales acaban teniendo que tirar su puerta abajo tras escucharla gritar.

La situación es complicada, como se podrá imaginar. Después de reventar la puerta la gente se encuentra a la mujer tirada en su cama con menos vitalidad que la capa de ozono en los años 90 y sin esperanzas de que se reenganche a la vida. Tiene una enana mancha de sangre en el pecho como si alguien le hubiera apuñalado sin ganas y como si ella hubiera sangrado también sin ganas. Si es raro ver que alguien fue acuchillado sin sangrar más de lo que se sangra al cortarse con un folio, más raro aún es que apuñalen a alguien en una habitación cerrada desde dentro en la que no hay más gente que la persona acuchillada.

Este es el crimen imposible que tiene que resolver la siempre efectiva Valentina Redondo, que en esta novela aparece en sus momentos más oscuros, con unas rayadas internas muy destacables que tuvieron su origen en una traumática operación policial llevada a cabo entre los sucesos del tercer libro y los de este. La Valentina más nietzscheana en un libro con un final poco predecible.

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En el mundo existen dos tipos de personas: Las que quieren imponer a los demás lo que deben hacer y las que no quieren más que vivir su vida en paz. Este libro es la lucha entre esos dos bandos irreconciliables, personalizada en una joven protagonista de origen marroquí criada en un barrio periférico de una ciudad dormitorio cercana a Barcelona.

La protagonista nos cuenta las dificultades con las que se encuentra para ser ella misma creciendo en una comunidad muy cerrada, en un barrio de mayoría marroquí y en una familia especialmente conservadora que no esperaba de ella más que callar, obedecer y casarse con quien la familia decidiera para seguir callando y obedeciendo. Pero lo que ella quiere es elegir su propia vida ajena a la opinión de su familia y a la presión social de sus vecinos.

Es una historia sobre la heroicidad de luchar por vivir la vida que quieres sin hacer daño a nadie y evitando que te obliguen a otra vida que sí te hace daño a ti. Es decir, la heroicidad de hacer algo que no debería ser heroico, sino normal. La protagonista pelea por salir de un agujero para ir metiéndose en otros, porque cuando partes de un contexto desfavorable es complicado salir a flote del todo. Cuenta cómo intenta avanzar hacia una vida que ella elige, pero en la que también se encuentra escollos como el desamparo económico y la profunda soledad de tener que renunciar a casi todo lazo con su vida familiar. Quien parte de un lugar desfavorable solo puede confiar en la suerte, e incluso con ella encontrará que tuvo que renunciar a demasiadas cosas para llegar a algo que se pueda asemejar a sus sueños.

Al leer historias así, de lucha contra una opresión, la mayor tristeza que generan no es la de la historia en sí, sino pensar en otras muchas historias que nunca pudieron ser contadas, que no fueron historias de éxito. Cada historia de alguien que puede contar cómo salvó sus penurias, en mayor o menor medida, está regada de muchos otros intentos ajenos que no pudieron ser contados. Duelen más las luchas que no se pudieron contar que aquellas que sí, porque las que no se pudieron contar encierran algo mucho más terrible todavía que las que llegaron a buen puerto.

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Más que una lectura, esto fue un intento de reconciliación. Leí La verdad sobre el caso Savolta como lectura obligatoria en el instituto y aquella vez odié el libro, recuerdo perderme en la historia porque no me apetecía esforzarme por seguirla. Siempre que me obligaron a leer por motivos académicos lo hice deseando acabar cuanto antes y esta historia se cuenta de una forma que se necesita asimilar con calma. Aquel adolescente terminó el libro con muchas lagunas sobre lo narrado, aburrido de los saltos temporales y del particular estilo narrativo. Pero hace unos días me lo crucé en la estantería y decidí que merecía otra oportunidad. No podía ser tan malo.

Lo cierto es que esto es un caramelo para cualquier comisión coordinadora de la Selectividad, con los variados politiqueos y conflictos de la época que aparecen aquí complementando el libro de la asignatura de Historia. Ambientado en la segunda década del siglo XX, narra una turbia serie de sucesos alrededor de una fábrica armamentística catalana, mediante un narrador algo pardillo e inocentón que se vio envuelto sin querer en un mundo de corruptelas, asesinatos y juegos de poder tras convertirse en títere de uno de los hombres fuertes de la fábrica.

La forma de contar todo, como dije, es curiosa y bastante moderna para un libro escrito en la España de los años 70. No hay continuidad, se alternan extractos de periódicos y declaraciones del protagonista ante un juez con trozos de recuerdos sucedidos en los tiempos de los hechos, no necesariamente con coherencia temporal. Todo eso exige atención, pero está intercalado de manera hábil para sentir cierto desconcierto sin llegar a perder el hilo salvo que tengas 16 años y solo te interese quitarte un examen de encima.

Al leer, el contexto hace mucho. La misma persona se reencuentra unos cuantos años después con la misma historia (incluso con el mismo ejemplar, ya un poco amarilleado por la incómoda lejanía de la adolescencia) y la impresión es muy diferente porque las cosas también son muy diferentes. La reconciliación funcionó, y las dos estrellas que tenía en mi perfil de Goodreads se convirtieron esta vez en cuatro. Me gusta que los planes salgan bien.

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Wat Rong Khun, también conocido como El templo blanco de Chiang Rai, es una de las atracciones más impresionantes y originales de Tailandia. Es una construcción comenzada en 1997 en forma de templo budista, creada por el artista tailandés Chalermchai Kositpipat, que combina elementos tradicionales con referencias a la cultura popular y al arte contemporáneo.

Wat Rong Khun
 

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Este libro está tan bien escrito que me da cierto reparo reconocer que en ningún momento conseguí sentir interés. Esto es así, en ocasiones puedes ver lo bueno que tiene algo pero no se da el tema para que te transmita más que la sensación de que tiene cosas buenas. Unas veces porque simplemente no es una historia para ti y otras porque quizás no tienes el día adecuado para ella.

En mi caso creo que se dio la primera opción, no es este un libro de los míos. Me gustan las historias reflexivas y esta lo es, me gustan las historias concisas que no se convierten en turras pedantes y esta lo es, pero no nos llevamos bien. Pensé que me gustaría, pero se me hizo repetitiva desde el mismo momento en el que el viejo se sube a su barca. Pertenezco a una generación que creció ya bastante condicionada por los estímulos inmediatos del mundo moderno, para engancharme necesito que me den más cosas que un señor hablando solo durante páginas y páginas en la inerte inmensidad del océano.

La premisa de la historia es sencilla, un veteranísimo pescador lleva semanas sin pescar nada relevante, pero tras su enésimo día yéndose a casa con la caña vacía tiene la sensación de que la próxima vez que salga a faenar se llevará una pieza de las que hacen historia. Al día siguiente se sube al bote de buena mañana y no tarda mucho en notar que pica el anzuelo algo que tiene pinta de dar para más de dos y más de tres platos de salpicón. Empieza así una lucha igualada para ver quién se lleva la pelea por la vida, el viejo esperando a que el anzuelo desgaste al pez o el pez consiguiendo que las fuerzas del hombre flaqueen lo suficiente como para que sea incapaz de seguir aguantando después de horas y horas sin comer, dormir ni tomar unos vinos en la tasca del pueblo.

El viejo se lo toma con mucha filosofía y deja reflexiones para el recuerdo. En lo que respecta a mí, valoré su esfuerzo titánico por no soltar el pez de la misma manera que la humanidad no suelta su búsqueda de un significado para su existencia, pero lo cierto es que lo único que me apetecía mientras leía era que el buen hombre pescara de una vez el pez y se marchara a su casa a descansar, que buena falta le hacía.

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