El descubrimiento del radio a finales del siglo XIX causó fascinación en la sociedad de la época, que llegó a atribuirle propiedades curativas y rejuvenecedoras. Aprovechando el tirón, aparecieron en aquellos tiempos numerosos productos cosméticos y medicinales que incorporaban este elemento radiactivo en su composición, prometiendo una belleza digna de aplauso y una salud digna de poder aplaudir con fuerza muchos años la belleza de quienes usaban estas cosas.
Cartel publicitario de maquillaje con base de radio |
Entre estos productos se encontraban pastas de dientes, cremas desmaquillantes, polvos faciales, maquillajes e incluso lápices de labios que contenían pequeñas cantidades de bromuro de radio. Una de las marcas más famosas fue Tho-Radia, creada por el químico francés Alexis Moussali en 1931 y apoyado por un sospechoso doctor llamado Alfred Curie sin relación con el afamado matrimonio Curie. Según su publicidad, estos productos estimulaban el metabolismo celular y combatían el envejecimiento.
Sin embargo, lo que estos productos hacían en realidad era exponer a sus clientes a negligentes dosis de radiación, que podían provocar quemaduras, úlceras y una lotería infinita de enfermedades graves. Muchos de estos productos fueron retirados del mercado tras las denuncias de médicos y científicos, pero algunos siguieron vendiéndose hasta bien entrado el siglo XX. Muertes como la de Marie Curie, asociadas a los perjuicios sobre la salud de los elementos radiactivos, provocaron que la gente se diera cuenta de que, con el radio, poca broma.
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