Rogelio lleva
40 años muerto. Era un convencido militante de izquierdas y el bando
sublevado fue el que se impuso en su pueblo desde el mismo estallido de
la Guerra Civil. No tardaron mucho en capturarlo, junto a varios
republicanos más, y llevarlo al monte para un fusilamiento grupal con
nocturnidad y alevosía.
Después de tan triste final no es de
extrañar que en el pueblo se genere un alboroto importante cuando, en
1977, empieza a correr la noticia de que aquel Rogelio asesinado cuatro
décadas antes está a punto de volver a casa de visita. Es normal la
reacción, a la gente le suele incomodar la idea de tener paseando por
sus calles a personas que no están vivas, pero la realidad del asunto es
que Rogelio no dejó de respirar en ningún momento. De manera milagrosa,
la bala que iba destinada a él no le acertó y, beneficiándose de la
oscuridad de la noche y de que tras el disparo cayó al suelo junto a los
demás sin levantar sospechas, aprovechó la parada para fumar que los
tiradores se tomaron antes de enterrar a los fusilados para escapar sin
ser visto. A veces el tabaco no perjudica la salud.
La única que
conocía el secreto de aquella feliz escapada era su hermana Virtudes,
con la que estuvo 20 años carteándose en secreto. Virtudes también se
llevó una sorpresa de máxima categoría cuando tuvo la primera noticia de
que su hermano seguía vivo, pero no soltó prenda hasta ahora, cuando
Rogelio aprovecha la llegada de la democracia para volver. Ahora es
rico, tiene una mujer varias décadas menor y vive a cuerpo de rey en
Colombia, lo que hace pensar a muchos que viene en plan Julio Iglesias a
chulearse y de paso vengarse, pero en realidad viene en plan Gandhi.
Está en su etapa zen y no quiere pegar escopetazos, solo hacer las paces
con su pasado.
Una novela agradable y bastante optimista (quizá
demasiado), sobre las heridas que deja la guerra entre iguales. Llena de
nombres de otra época, de esos que dejan claro que esa persona vivió
una dictadura o que sus padres fueron nostálgicos y crueles a la vez.
Hay Eustaquios, Teodoras y solo falta alguna Herminia para tener el
catálogo completo de la España vintage. Una visión sobre el proceso de sanación de la España que
sufrió lo insufrible.
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