El día que Mark Twain se 'encontró' con un hombre petrificado

 

Ilustración recreando al hombre petrificado, publicada originalmente en la edición de 1889 del libro Mark Twain's Sketches (American Publishing Company, 1889)

Mark Twain pasó a la historia por su escritura, pero también por su humor. Ya desde joven demostró una gran tendencia a la broma, y la anécdota que generó durante su etapa como periodista en el Territorial Enterprise es buena muestra de ello.

Después de una juventud llena de idas y venidas laborales, no consiguiendo asentarse en multitud de trabajos que iban desde tipógrafo a minero, decidió probar suerte en el periodismo. El Territorial Enterprise, que tenía sus oficinas en el estado de Nevada, lo acogió a las órdenes de su amigo y también escritor Dan DeQuille. Fue en este diario donde utilizó por primera vez el seudónimo con el que pasaría a la historia (su nombre real era Samuel Clemens), y también donde escribió la historia inventada de la que hablaremos hoy.

Era 1862 y Twain contaba con 26 años. Entre la gente de Nevada, en aquellos tiempos, tenían bastante éxito las leyendas urbanas sobre gente petrificada y otras maravillas inexplicables [1]. El escritor, cansado de ver por todos lados bulos con este tipo de historias y queriendo hacer sátira de ello, decidió utilizar su posición en el periódico escribiendo una noticia falsa para burlarse. El texto completo, traducido, decía lo siguiente:

Hace poco tiempo se encontró un hombre petrificado en las montañas al sur de Gravelly Ford. Cada miembro y rasgo de la momia de piedra estaba perfecto, sin exceptuar siquiera la pierna izquierda, que fue una pierna de madera durante la vida del propietario. Una vida que, por cierto, llegó a su fin hace aproximadamente un siglo según la opinión de un experto que ha examinado al difunto. El cuerpo estaba sentado, recostado contra una enorme masa de rocas; la actitud era pensativa, con el pulgar derecho descansando contra el lado de la nariz, el pulgar izquierdo parcialmente sostenía el mentón, el índice presionaba la esquina interna del ojo izquierdo y lo abría parcialmente. El ojo derecho estaba cerrado, y los dedos de la mano derecha estaban separados. Este raro capricho de la naturaleza causó sensación en los alrededores, y nuestro informante dice que, a petición de los vecinos, el juez Sewell, de Humboldt City, se dirigió al lugar de inmediato y abrió una investigación sobre el cuerpo. El veredicto del jurado fue que "el difunto murió a causa de una exposición prolongada", etc. Los habitantes del vecindario se ofrecieron a enterrar al pobre desafortunado, e incluso estaban ansiosos por hacerlo; pero se descubrió, cuando intentaron moverlo, que el agua que había caído sobre él durante siglos desde el risco de arriba había recorrido su espalda y depositado un sedimento de piedra caliza debajo de él, lo que lo había pegado a la roca madre sobre la que se sentaba, como si fuera un cemento de adamantina, y el juez S. se negó a permitir que los ciudadanos caritativos lo desanclaran de su posición. La opinión, expresada por su señoría, de que tal acción sería poco menos que un sacrilegio, fue justa y apropiada. Todo el mundo va a ver al hombre de piedra, y hasta trescientos han visitado a la criatura endurecida durante las últimas cinco o seis semanas [2].

Si bien Twain (o Clemens, como todavía firmaba por aquella época) buscaba provocar risa propia y ajena, lo cierto es que la cosa se le fue de las manos. El artículo causó sensación entre los contemporáneos de esa Nevada en efervescencia por la fiebre del oro y mucha gente se creyó la historia sin dudar. El propio autor declaró tiempo más tarde [1] que mientras escribía el artículo tenía la sensación de que estaba haciendo un sinsentido, pero al final tuvo que conceder que "la sátira había sido tan delicada que nadie la llegó a percibir".

Lo que empezó por ser una mofa acabó convirtiéndose en uno de los fenómenos locales del momento en Nevada. Durante meses, el bulo se fue reproduciendo entre los ciudadanos y el resto de periódicos fueron republicando la noticia sin tomarse las molestias de verificarla. Incluso, en palabras de Twain, dio la vuelta al mundo llegando a publicarse en medios como el London Lancet [1]. El autor achacó parte de esta credulidad ciudadana a la dificultad para recrear mentalmente la postura que describió en el petrificado y que en su cabeza hacía obvia la broma: Si echamos un vistazo a la imagen que preside este artículo, una representación de lo narrado en la noticia publicada años después en un libro de reflexiones y cuentos del propio Twain, veremos que es evidente la pose burlona que la noticia describía en el hombre petrificado.

[1] Mark Twain's Sketches - The Petrified Man (American Publishing Company, 1889), P. 239-240

[2] Project Gutenberg - Mark Twain Newspaper Articles (1862-1881) - Petrified Man, 4 October 1862

Rubén Pedreira

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