Cargado de
reflexiones sobre la vida y sobre el arte, este libro nos pone en la
piel de Phillip Carey, un joven de la clase media inglesa de finales del
XIX que nació con un pie contrahecho. Esa condición marcará su vida
tanto en lo social como en lo psicológico.
La historia sigue el desarrollo de este personaje a partir de su más tierna infancia. Phillip es criado sin demasiado cariño por unos tíos que son su única familia y llega a su vida adulta con una variedad de disfuncionalidades afectivas más propias de un millennial que de una persona de su tiempo. El libro explora lo que supone para el desarrollo personal de un individuo el hecho de crecer sintiendo escasa cercanía por parte del entorno familiar, así como el peso que la soledad que eso provoca puede tener para que detalles como el complejo físico que sufre se magnifiquen más todavía. Phillip desarrolla así una personalidad compleja y abocada al fracaso social. No es que se convierta en un misántropo ni en un inútil para el trato con los demás, pero durante toda la novela se pueden ver perfectamente rasgos que dejan claro que el hombre no está bien de lo suyo.
Es un libro interesante por lo mucho que profundiza en la esencia humana, pero también se hace incómodo de leer porque el protagonista llega a caer mal a ratos aun entendiendo sus condicionantes. Son más de 600 páginas de libro que lees alternando entre pensamientos como: “¿puede dejar de quejarse de todo?”, “¿pero qué hace el pagafantas supremo este?”, “¿será capaz de hacer esa gilipollez que solo puede traerle incontables sufrimientos?” y todas las variantes de los mismos. Se sufre bastante, porque es un impulso lógico el de incomodarse cuando se ve a gente haciéndolo todo mal y este pobre hombre no levanta cabeza. Da tumbos al decidir su futuro, se junta con quien no debe y además tiene una inquietante tendencia a ver el lado malo de todo y todos.
De todas formas, es una lectura muy recomendable por lo bien que explora los temas que trata, con un enfoque accesible, y por la evolución tan natural del personaje. Por supuesto, llega un momento en el que se hace menos repelente y menos tendente al despropósito en sus decisiones, pero sin alardes
La historia sigue el desarrollo de este personaje a partir de su más tierna infancia. Phillip es criado sin demasiado cariño por unos tíos que son su única familia y llega a su vida adulta con una variedad de disfuncionalidades afectivas más propias de un millennial que de una persona de su tiempo. El libro explora lo que supone para el desarrollo personal de un individuo el hecho de crecer sintiendo escasa cercanía por parte del entorno familiar, así como el peso que la soledad que eso provoca puede tener para que detalles como el complejo físico que sufre se magnifiquen más todavía. Phillip desarrolla así una personalidad compleja y abocada al fracaso social. No es que se convierta en un misántropo ni en un inútil para el trato con los demás, pero durante toda la novela se pueden ver perfectamente rasgos que dejan claro que el hombre no está bien de lo suyo.
Es un libro interesante por lo mucho que profundiza en la esencia humana, pero también se hace incómodo de leer porque el protagonista llega a caer mal a ratos aun entendiendo sus condicionantes. Son más de 600 páginas de libro que lees alternando entre pensamientos como: “¿puede dejar de quejarse de todo?”, “¿pero qué hace el pagafantas supremo este?”, “¿será capaz de hacer esa gilipollez que solo puede traerle incontables sufrimientos?” y todas las variantes de los mismos. Se sufre bastante, porque es un impulso lógico el de incomodarse cuando se ve a gente haciéndolo todo mal y este pobre hombre no levanta cabeza. Da tumbos al decidir su futuro, se junta con quien no debe y además tiene una inquietante tendencia a ver el lado malo de todo y todos.
De todas formas, es una lectura muy recomendable por lo bien que explora los temas que trata, con un enfoque accesible, y por la evolución tan natural del personaje. Por supuesto, llega un momento en el que se hace menos repelente y menos tendente al despropósito en sus decisiones, pero sin alardes
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