Si
en el ficticio pueblo que sirve de escenario a Amanece que no es poco
era auténtica devoción lo que había por Faulkner, en el pueblo de
las reseñas de Internet existe también auténtica devoción por Zweig. Raro es el día en el que no se publican un mínimo de 563 valoraciones de sus obras, y en ese
contexto me erigía como enemigo público número uno de este lugar al no
haber leído nunca nada suyo.
A partir de ahora ya no soy enemigo de nadie, con esta Novela de ajedrez conocí unos parámetros mínimos del autor para poder irme de entendido de su obra en las juntanzas. Puedo entender que guste tanto, pues tiene una forma muy propia de contar cosas dando un dinamismo meritorio dentro de una trama cargada de introspección y con un nivel de acción tan escaso.
Esta novela solo necesita para existir un barco y un puñado de partidas de ajedrez. El narrador se entera por casualidad de que el campeón del mundo de ajedrez se encuentra a bordo del crucero en el que acaba de embarcarse y eso le hace obsesionarse con conseguir una conversación con él en algún momento del trayecto. Su objetivo es comprender la personalidad de este hombre, pues es de dominio público que a pesar de ser un genio del tablero es un completo iletrado en todo lo demás y eso le parece inexplicable.
Traza un plan maestro para llamar su atención y se convierte en la versión añeja de esa gente que va todos los días a la ciudad deportiva del Barça a intentar pedir fotos a jugadores. El plan consiste en algo tan simple como ponerse a jugar al ajedrez en público buscando llamar la atención del maestro, pero sus partidas no logran la atención del campeón debido a su pobre nivel. Sí cautivan, eso sí, a un fantoche ricachón al que contagia su obsesión por conocer al ajedrecista. El nuevo adepto a la causa, con una personalidad arrogante que no le permite aceptar un no por respuesta, consigue convencer al campeón para que juegue con ellos a cambio de una buena suma de dinero. Esta primera partida, por supuesto, acaba en humillación. Pero en la revancha surge la ayuda de un misterioso caballero que lo equilibra todo y plantea una incógnita: ¿De dónde salió ese genio desconocido y por qué no quiere enfrentarse a solas con el campeón?
A partir de ahora ya no soy enemigo de nadie, con esta Novela de ajedrez conocí unos parámetros mínimos del autor para poder irme de entendido de su obra en las juntanzas. Puedo entender que guste tanto, pues tiene una forma muy propia de contar cosas dando un dinamismo meritorio dentro de una trama cargada de introspección y con un nivel de acción tan escaso.
Esta novela solo necesita para existir un barco y un puñado de partidas de ajedrez. El narrador se entera por casualidad de que el campeón del mundo de ajedrez se encuentra a bordo del crucero en el que acaba de embarcarse y eso le hace obsesionarse con conseguir una conversación con él en algún momento del trayecto. Su objetivo es comprender la personalidad de este hombre, pues es de dominio público que a pesar de ser un genio del tablero es un completo iletrado en todo lo demás y eso le parece inexplicable.
Traza un plan maestro para llamar su atención y se convierte en la versión añeja de esa gente que va todos los días a la ciudad deportiva del Barça a intentar pedir fotos a jugadores. El plan consiste en algo tan simple como ponerse a jugar al ajedrez en público buscando llamar la atención del maestro, pero sus partidas no logran la atención del campeón debido a su pobre nivel. Sí cautivan, eso sí, a un fantoche ricachón al que contagia su obsesión por conocer al ajedrecista. El nuevo adepto a la causa, con una personalidad arrogante que no le permite aceptar un no por respuesta, consigue convencer al campeón para que juegue con ellos a cambio de una buena suma de dinero. Esta primera partida, por supuesto, acaba en humillación. Pero en la revancha surge la ayuda de un misterioso caballero que lo equilibra todo y plantea una incógnita: ¿De dónde salió ese genio desconocido y por qué no quiere enfrentarse a solas con el campeón?
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