Antes de
escribir Alta fidelidad, novela que años más tarde sería adaptada por
Hollywood con un confuso John Cusack en el papel protagonista, Nick
Horby llevó al papel los recuerdos de toda su vida como aficionado al
fútbol en Fiebre en las gradas. Esos recuerdos van desde 1968 a 1992 y
giran alrededor del Arsenal, equipo del que es aficionado.
El
Arsenal de esta historia no era el equipo que fue más tarde, tras la
llegada de Arsène Wenger un lustro después de la publicación del libro.
En los años 70 y 80 el equipo londinense perpetraba actuaciones
decepcionantes una detrás de otra. El autor se lamenta en repetidas
ocasiones de su reputación de ‘equipo con el juego más aburrido de
Inglaterra’, reconociendo que es bien merecida. Vivir durante décadas
ese contexto de apoyar a un equipo que no cosecha más que decepción tras
decepción es complicado y a veces hasta deprimente. Y me gustaría decir
que hablo en palabras de Hornby, pero en realidad hablo desde la
experiencia que me da una vida como aficionado al Dépor, con ese
doctorado en ingeniería del despropósito que convalidan desde hace años a
todos los asistentes habituales a la grada de Riazor.
Fiebre en
las gradas no es técnicamente un libro de fútbol, aunque evidentemente
es su piedra angular, sino un libro en el que autor utiliza su afición
como nexo de unión de la memoria y cuenta su vida a través de él. Es una
biografía, pero recordada como nos gusta recordar las cosas a quienes
guardamos las anécdotas de años pasados asociándolas a lo que hicieron
los nuestros sobre el campo. Anécdotas contadas para quienes recordamos
el 2020 no como el año de la pandemia, sino como el año en el que
nuestro equipo descendió después de marcarse una temporada absurda.
También puede gustar a quien crea la barbaridad de que el fútbol son
solo 22 personas dando patadas a un balón, pero seguramente lo disfrute
menos.
De los libros que conozco, es uno de los que mejor
consiguen reflejar ese entrelazamiento entre tu equipo y tu vida y darle
la relevancia adecuada. Porque al final, como dijo una vez Arrigo
Sacchi en aquella famosa frase, “El fútbol es lo más importante de lo
menos importante”.
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