Cixin Liu - El problema de los tres cuerpos


El problema de los tres cuerpos es una de esas novelas que se suelen describir como ‘ciencia ficción dura’. El autor se recrea bastante en cosas técnicas y llega a haber momentos, sobre todo al final, en los que la ida de olla es curiosa. Ya la había leído, pero en la anterior ocasión el segundo libro de la trilogía se me hizo bola y me apeteció darle otra oportunidad a la saga.

Esta primera parte es una introducción a la interesante idea de base de la trama. El típico protagonista inocentón, en este caso un investigador chino de la rama de los nanomateriales, se ve envuelto en un follón terrible en el que se siente desubicado. Hasta aquí, el resumen del 83,4% de las novelas de ciencia ficción creadas a lo largo de la historia humana. El follón que tenemos en este caso se basa en que los gobiernos mundiales se preparan para una guerra de la que los ciudadanos comunes no tienen ni idea mientras los científicos del mundo se están suicidando en masa.

A nuestro protagonista, Wang, lo lían las fuerzas del orden para intentar infiltrarse en una especie de secta científica llamada Fronteras de la ciencia, pues hay claras sospechas de que tienen algo que ver con todo ese tema de los suicidios. Mientras está buscando pistas, se encuentra con la existencia de un videojuego extraño, llamado Tres Cuerpos, que hay que jugar poniéndose un traje de realidad virtual. Y el tío lo prueba y se vuelve adicto.

El juego trata de una civilización que vive en un planeta cuyo sistema estelar tiene tres soles. Están muy preocupados, porque todo el mundo sabe que el movimiento de tres cuerpos unidos por atracción gravitatoria no tiene una solución cerrada. Esa cuestión en la Tierra no tiene especial inconveniente más allá del de obsesionar a los físicos del siglo XVIII, pero allí es un problema importante porque no pueden predecir el movimiento de sus soles y cada poco tiempo les montan un estropicio planetario apocalíptico. Esas pobres gentes están cansadas de extinguirse cíclicamente por culpa de una estrella apareciendo donde no debería de manera imprevisible.

Lo que no sospecha Wang mientras juega es que esa civilización existe, y que el juego no es un divertimento inocente.

Rubén Pedreira

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