Estamos a
mediados del siglo XX. El príncipe Ugo Conti, un noble italiano, se
encuentra de vacaciones en el yate de la acaudalada Liz Avrell, viuda de
un millonario estadounidense y por ello heredera de toda su fortuna.
Conti es un tipo muy bien parecido, casi perfecto si nos fiamos del
narrador. No obstante, a pesar de eso, de su elegancia y de su título
nobiliario ahí está, intentando camelar a la casi anciana Avrell para
buscar una boda que le asegure beneficiarse de su fortuna.
Las
cosas no parecen cuadrar demasiado con el tal Conti, pero ahí está el
tío, siendo tratado de Alteza allá donde va. Mientras están fondeados en
la costa de México, el yate es amigablemente abordado por unas personas
que le dicen al príncipe que la gente ilustre de la zona se enteró de
su presencia allí y quieren invitarle a una fiesta en su honor, a lo que
su majestad no puede negarse.
Al llegar a tan distinguido
evento es recibido como una estrella de rock por empresarios, políticos y
gente notoria de toda clase. Quieren conocer a todo un príncipe europeo
y ser vistos junto a él, porque compadrear con un tipo que como mínimo,
piensan, tendrá diez castillos y un par de coronas siempre da buenas
anécdotas que contar.
Conti queda prendado de lo fácil que es
que la alta sociedad mexicana lo trate con todas las atenciones sin
exigirle más que su presencia, y después de que los hijos de la señora
Avrell decidan tomar medidas para que deje de camelarla y expoliar sus
ahorros, el italiano decide escapar de ella para evitar problemas y
radicarse definitivamente en México en busca de otra ricachona de la que
vivir.
Qué forma de vida más rara para un príncipe, puede
pensarse. Andar por ahí seduciendo a gente pudiente al otro lado del
globo en vez de, como cualquier miembro de la realeza que se precie,
limitarse a dar su número de cuenta al Estado correspondiente e ir
viendo entrar riquezas sin más actividad necesaria para ello que la de
respirar y lucirse por ahí en público. Pero es que Conti no es un
príncipe cualquiera, sino un plebeyo al que un noble de verdad le hizo
ver que siendo guapísimo y elegantísimo se puede hacer creer a
cualquiera que tienes sangre azul con solo decirlo.
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