En mi opinión existen dos tipos de novelas de terror. Por un lado están las que intentan asustar y dar miedo real al lector, que suelen acabar fracasando siempre en el intento porque la novela no es el soporte adecuado para generar reacciones viscerales e inmediatas como el pánico y el susto. Por otro lado están aquellas que aceptan que generar miedo real en un lector no es una opción factible y crean un hilo argumental inmersivo, en el que el misterio y la tensión están presentes y que consiguen con éxito llevar al lector a ese mundo. Ninguna de las dos variantes consigue generar pesadillas, pero las novelas que se encuadran en la segunda sí consiguen ser una buena obra literaria.
Este libro está perfectamente encuadrado en esa segunda clase de novelas de terror. Logra generar un ambiente muy realista en el que la sensación de que hay algo que no cuadra está siempre presente, y eso es clave para un buen libro de este tipo. Nos lleva al ficticio pueblo de Montmorts, una aislada población en Francia con una tétrica historia detrás relacionada con brujas. Siglos atrás, la población empezó a acusar a sus mujeres de brujería y la condena preferida ante esa acusación era la de lanzarlas desde lo alto de la montaña del pueblo, con caída directa al cementerio. De ahí salió el nombre del pueblo, una abreviatura de 'Monte de los Muertos'.
El pueblo acabó por deshabitarse después de que la tradición de perseguir la brujería se fuera de las manos y la población femenina descendiese de manera drástica. No obstante, en los tiempos modernos un multimillonario decidió resucitar el lugar e invirtió buena parte de su fortuna en ello, convirtiéndose en el alcalde de facto. Julien, protagonista de la novela, acaba de llegar a Montmorts para convertirse en el nuevo jefe de policía de la localidad, y lo que se encuentra es un lugar casi idílico. Pronto se pone al día y se encuentra la singularidad de que en ese sitio parece no existir la criminalidad. La comisaría tiene abiertos solo un puñado de expedientes, que además son en su mayoría minucias. Para colmo, la comisaría está equipada a todo lujo y la casa que ponen a su disposición para vivir mientras ejerce el cargo es gigantesca.
Parece el empleo soñado para Julien, que además se lleva perfectamente bien desde el principio con sus compañeros de trabajo, Franck y Sarah. Todo el cuerpo de policía del pueblo se compone de ellos tres, que para el poco trabajo que les dan parecen incluso demasiados efectivos. Aún así, no todo es de color de rosa, ya que su llegada al pueblo no fue por cosa buena. Su predecesor en el puesto, que además tenía una relación sentimental con Sarah, falleció poco antes en un accidente de coche. Cuando Julien habla por primera vez con el alcalde, este le desvela además un secreto inquietante, y es que el accidente en el que murió el anterior jefe de policía se produjo cuando iba a llevarle los resultados de una investigación que el propio alcalde había encargado: La búsqueda del asesino de su hija, que alguien tiró desde el monte diez años atrás, como en los tiempos de las brujas.
Cuando el multimillonario pide a Julien que continúe la investigación inconclusa de su predecesor, la tarea le abruma. Más aún cuando ve el pueblo parece volverse loco y lo que hasta ese momento era un lugar tranquilísimo se convierte en una sucesión incontrolable de muertes y sucesos extraños que hacen imposible no pensar que algo paranormal está sucediendo. Una historia que sabe mantener la incertidumbre hasta muy avanzada la historia y que engancha desde el primer momento.
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