Javier Sierra - La cena secreta

 

En estas fechas es posible que, para alguno, La cena secreta haya sido el tradicional atracón nocturno de Año Nuevo basado en bajarse todos los turrones sobrantes de las fiestas sin decírselo a nadie y prometiéndose que a partir del día siguiente empezará el gimnasio. No obstante, en este libro no aparece nadie a punto de reventar por el excedente de Suchard mientras se lamenta de los excesos navideños, el tema es bien distinto.

En esta novela, oportunamente escrita para subirse al carro del fenómeno que El Código da Vinci había generado a nivel mundial un año antes de su publicación, el autor plantea una trama de misterios y conspiraciones con el siempre socorrido Leonardo como punto de apoyo de todo. Si el genio italiano levantara la cabeza y viese que sus esfuerzos para ser erudito de la pintura, arquitectura, ingeniería y mil cosas más hicieron de él el conspirador preferido de los novelistas del siglo XXI se habría dedicado a la petanca. Y se habría convertido en el más virtuoso petanquero de su barrio, por supuesto.

El planteamiento principal del libro se basa en los tiempos en los que da Vinci se encontraba pintando La última cena en el convento milanés de Santa Maria delle Grazie. Un personaje misterioso no para de enviar inquietantes mensajes en clave a la élite religiosa de Roma diciendo que se están cometiendo herejías gravísimas en esa pintura y al final no les queda otra que enviar a un inquisidor a Milán para descubrir quién está detrás de los mensajes e intentar ver qué pasa allí.

Alterna (con varias toneladas más de lo segundo que de lo primero) entre cierto rigor histórico y cierto jugueteo con los huecos oscuros de la historia, asignando a Leonardo y a su obra creencias y rasgos de libre interpretación. Como el artista fue un hombre de inquietudes con mucho misterio a su alrededor, resulta tentador sacarse un best seller de la manga en base a lo que pudo haber sido, pero no va mucho más allá de eso. Entretiene, sobre todo en la primera parte, pero sobrevive a la segunda mitad en base a plantear un misterio que ningún personaje es capaz de ver aunque un lector medianamente atento puede descubrirlo de un rápido vistazo adecuadamente tirado.

Rubén Pedreira

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