En estas 
fechas es posible que, para alguno, La cena secreta haya sido el 
tradicional atracón nocturno de Año Nuevo basado en bajarse todos los 
turrones sobrantes de las fiestas sin decírselo a nadie y prometiéndose 
que a partir del día siguiente empezará el gimnasio. No obstante, en 
este libro no aparece nadie a punto de reventar por el excedente de 
Suchard mientras se lamenta de los excesos navideños, el tema es bien 
distinto.
En esta novela, oportunamente escrita para subirse al 
carro del fenómeno que El Código da Vinci había generado a nivel mundial
 un año antes de su publicación, el autor plantea una trama de misterios
 y conspiraciones con el siempre socorrido Leonardo como punto de apoyo 
de todo. Si el genio italiano levantara la cabeza y viese que sus 
esfuerzos para ser erudito de la pintura, arquitectura, ingeniería y mil
 cosas más hicieron de él el conspirador preferido de los novelistas del
 siglo XXI se habría dedicado a la petanca. Y se habría convertido en el
 más virtuoso petanquero de su barrio, por supuesto.
El 
planteamiento principal del libro se basa en los tiempos en los que da 
Vinci se encontraba pintando La última cena en el convento milanés de 
Santa Maria delle Grazie. Un personaje misterioso no para de enviar 
inquietantes mensajes en clave a la élite religiosa de Roma diciendo que
 se están cometiendo herejías gravísimas en esa pintura y al final no 
les queda otra que enviar a un inquisidor a Milán para descubrir quién 
está detrás de los mensajes e intentar ver qué pasa allí. 
Alterna
 (con varias toneladas más de lo segundo que de lo primero) entre cierto
 rigor histórico y cierto jugueteo con los huecos oscuros de la 
historia, asignando a Leonardo y a su obra creencias y rasgos de libre 
interpretación. Como el artista fue un hombre de inquietudes con mucho 
misterio a su alrededor, resulta tentador sacarse un best seller de la 
manga en base a lo que pudo haber sido, pero no va mucho más allá de 
eso. Entretiene, sobre todo en la primera parte, pero sobrevive a la 
segunda mitad en base a plantear un misterio que ningún personaje es 
capaz de ver aunque un lector medianamente atento puede descubrirlo de 
un rápido vistazo adecuadamente tirado.
VALORACIÓN:
 
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