Mario Benedetti - La tregua



Reconozco que cuando empecé el libro esperaba un protagonista distinto. Sabía que iba sobre un hombre viudo a punto de jubilarse, y por ello me quedé algo extrañado cuando en las primeras páginas me encontré con que ese hombre tenía 49 años. Quizás en el Uruguay de 1958 en el que transcurre la obra las cosas eran así, pero cuando uno agarra el libro a día de hoy genera cierta sorpresa ver que esa persona a punto de dedicar sus mañanas a vigilar obras y alimentar gaviotas es un tío que aún está para dar un nivel aceptable como defensa central en la liga de peñas de su ciudad.

Podría comentar otras cosas aquí, porque el libro es un viaje en forma de diario personal por el mundo interno del personaje y tiene mucha miga, pero hablo de esto porque en todas y cada una de las páginas del relato no me quité esa idea de la cabeza. “¿Pero qué hace este hombre jubilándose?” fue la pregunta eterna. Mentalmente está estropeado,  cierto, es un tipo nostálgico, tristón y apagado por los golpes vitales, pero físicamente está para ser exprimido por el capitalismo quince o veinte años más sin problema. Menciona en alguna ocasión alguna fatiga puntual o una alopecia avanzada , ¿pero a quién no se le ve el cartón en la antesala de los cincuenta?

El protagonista trata muchas otras temáticas, como la relación con sus hijos o su historia amorosa con la nueva becaria de su oficina. Y claro, al llegar a ese punto en el que vemos que se ve con edad para andar enamorándose de jovencitas pero no para seguir cotizando volví al punto de origen y la pregunta me alcanzó de nuevo. “¿Qué hace este hombre jubilándose?”. Es inevitable.

Por supuesto que la historia da para reflexionar mucho más allá de eso, pero yo la acabé y, a pesar de todo lo narrado, la pregunta seguía ahí. “¿Cómo puede jubilarse?”. Y cerré el libro con cierto aire indignado, pero no una indignación de inspector de la Seguridad Social sediento de comisiones, sino con una indignación algo envidiosa. Porque yo también quiero poder jubilarme en un momento en el que mi mayor problema físico sea estar como una bombilla. Y no necesariamente a los 50, antes también me vale.

Por lo demás, Benedetti escribía maravillosamente.

Rubén Pedreira

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