John Steinbeck - La Perla


Siempre estoy dispuesto a leer a Steinbeck. Tiene una forma de escribir directa, dinámica y por lo general sus novelas son bastante cortas, con lo que puedes leerte toda su bibliografía en un puñado de tardes. Nunca decepciona, siempre hace pensar y normalmente acaba sus historias dándole al lector un golpe final inesperado. O al menos es inesperado las primeras dos veces, a la quinta novela ya llegas a las últimas páginas expectante por ver el giro de guión.

Esta novela corta tiene todos esos ingredientes típicos del autor, aunque también es la más canónica de todas las que leí de él. Está inspirada en una leyenda popular de la ciudad mexicana de La Paz, y como tal tiene muchos de los ingredientes de las leyendas populares, como un puñado de moralejas que van desde las más evidentes hasta las más sutiles, y en Steinbeck lo sutil es siempre lo que golpea con más fuerza.

La moraleja que está a la vista de todos en esta narración sobre un hombre extremadamente pobre que encuentra una perla gigante con la que planea eliminar las miserias de su familia es la siguiente: “Poca broma con la avaricia y el vender la piel del oso antes de cazarlo, que el mundo te quita la tontería rápidamente”. Pero no creo que eso sea realmente lo que quería contar el autor. Esa enseñanza es absurdamente típica y tópica, ya en el paleolítico los padres se lo decían a los hijos cuando veían que pintaban más bisontes de los que les correspondían en las paredes de casa. Y Steinbeck no era precisamente escritor de tópicos.

Creo que el mensaje real no tiene que ver con la avaricia de nadie, sino con la imposibilidad de escapar del destino marcado. El protagonista encuentra una perla con capacidad para hacerle rico, pero es pobre y todos los mecanismos de la sociedad se ponen en marcha de inmediato para dejarlo “donde le corresponde”. Incluso la idea de que la perla está maldita es una idea recurrente entre los familiares del protagonista como forma de convercerle para renunciar a ella y a sus riquezas. Y es que hablar de maldiciones como explicación a los males es más llevadero que afrontar la idea de que la sociedad nunca te dejará ser nada diferente a aquello que se te asignó al nacer.

Rubén Pedreira

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