Reconozco que no es habitual leer una comedia protagonizada por un psicópata. Un psicópata de los auténticos, además, de esos que no dudan en apretar el gatillo si se aburren. En esta novela seguimos las andanzas de Nick Corey, sheriff del americano municipio de Potts County a principios del siglo XX. Corey está casado con una mujer que desprecia, siendo mutuo ese sentimiento, y comparte casa no solo con ella, sino también con su cuñado con discapacidad mental al que su esposa colma de atenciones fraternales.
El caso es que esta historia empieza engañando. En un primer momento, Corey parece un palurdo cualquiera del que la gente se aprovecha y que incluso se esfuerza por complacer demasiado a gente que solo quiere utilizarlo para sus propios fines. Pronto descubrimos que nada más lejos de la realidad, sino que esa es solo la fachada que le interesa adoptar para aprovecharse de todo el que cree que es un tipo simplón e incapaz de nada productivo. En realidad es un hombre frío, calculador e inteligente.
Según avanza la historia nos enteramos de todas las artimañas que tiene montadas en su cabeza, tanto aquellas que utiliza para engañar con éxito a su mujer con múltiples vecinas del lugar como las que usa para hundir a sus rivales políticos. Incluso cuando lo pillan haciendo las cosas mal se las arregla para sacar algo de rédito gracias a su falta de escrúpulos y su desfachatez a la hora de lanzar balones fuera sin pararse a pensar si no será excesivo acusar a aquellos que le molestan de cosas que pueden acabar con ellos en la cárcel. Aquel tipo poco espabilado que nos mostraba el autor en los primeros capítulos va quitándose poco a poco la fachada hasta convertirse en un individualista extremo y sin empatía con nadie salvo, quizás, la mujer de la que se cree enamorado. Eso sí, es probable que ese enamoramiento sea solo debido a que la ve capaz de elevar su situación social y económica gracias a su riqueza.
Si bien el argumento de un sheriff corrupto, vago y mala gente pueda parecer más propio de un thriller oscuro, lo cierto es que el autor se las amañó de manera muy adecuada para contar la historia en tono de comedia. Valiéndose de la tendencia de Corey por hacerse el tonto y de la vecindad extravagante de Potts County, se teje una historia llena de humor negro y absurdo que nos engancha a la incerteza sobre si alguien será capaz de pillar al protagonista en sus tejemanejes que implican asesinatos, tráfico de influencias y engaños a discreción o si simplemente conseguirá salirse con la suya.
Una historia sorprendente en esta especia de western crepuscular que acaba convirtiéndose en una especie de película de Clint Eastwood dirigida por Jerry Seinfeld.
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