Cuando se habla de esta obra hay que reconocer, antes de nada, que el título no engaña a nadie. Efectivamente, esto no es una novela. Al menos, no es una novela según cualquier definición tradicional de novela, y de hecho incluso me atrevería a decir que tampoco lo es según cualquier definición no tradicional. El formalismo de Markson a la hora de crear este libro es novedoso, diferente a cualquier cosa que haya leído.
El autor no crea aquí una obra con su nudo, introducción ni desenlace, y además se reafirma de manera activa en ello. A lo largo de las páginas el Escritor (así, con mayúsculas, como mente creadora que aparece explícita a lo largo de la obra) nos dice que está creando un libro sin historia y sin personajes, pero que de alguna forma sea capaz de transmitir algo. El medio que utiliza para emitir el mensaje se basa en algo que por lo general tiene tirón en blogs de Internet o redes sociales varias, pero que no suele encontrarse en las estanterías de las librerías como ente propio: Un compendio de brevísimas anécdotas y datos biográficos de artistas de diversa índole, entre los que destacan los escritores. Lo que leemos es una sucesión de pequeños párrafos, cada uno destinado a contar una vivencia de alguno de los cientos de personas de diversa popularidad que pueblan este libro. Y aunque parezca extraño unir miles de anécdotas, fechas y causas de muertes de personajes sin aparente relación, la verdad es que todo tiene una extraña coherencia.
Hay que reconocer que, pese a lo peculiar de la lectura, el autor consigue de alguna manera su propósito. Un libro sin personajes, discontinuo, no lineal... Y con intención de llegar a algún lado a pesar de todo, dejando una nota de tristeza al final. Esas mencionadas intencionalidades van apareciendo a lo largo de la obra a partir de esos pequeños fragmentos aislados en los que el Escritor se inmiscuye y habla directamente al lector. A pesar de toda esa carencia de estructura clásica, la obra transmite esa tristeza, una visión profunda hacia los sinsentidos y los pozos oscuros de la creación artística. Cualquiera con inquietudes de creación literaria acaba la novela con una incómoda sensación de que, al fin y al cabo, lo único que aporta al mundo el escritor es un cúmulo de papeles manchados y algunas anécdotas que acaban el día en el que todo termina, de múltiples maneras posibles pero dejando siempre atrás tan solo un recuerdo... en el mejor de los casos
En resumen, quizás no sea buena idea leerlo si eres un escritor o escritora en crisis existencial, pero sí resulta interesante y curioso leerlo en cualquier otro caso.
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