Hipnótico.
Esa es la palabra con la que definiría esto después de terminar las 170
páginas de una historia que no se hace ni larga ni corta, sino que llega
a su final con tanta naturalidad como empieza. Una naturalidad extraña,
que no entiendes pero te contagia porque la narración es capaz de
meterte en un mundo inexplicado como si estuvieses allí. Te hace pensar:
“Vale, no sé lo que está pasando aquí, pero ya que está pasando vamos a
echar un ojo a ver qué nos encontramos”.
El autor presenta una
sociedad enigmática, los mulai, cuya existencia es descubierta por la
humanidad gracias a una comunicación interplanetaria tan inesperada
como, de algún modo, familiar. Tras ese contacto, la historia de dicha
civilización se va abriendo camino por el libro en forma de retales de
pequeñas historias, protagonizadas casi siempre por mulais con
influencia destacable en su cultura y por un arqueólogo humano enviado
en misión especial para estudiar a los habitantes de ese planeta
mezclándose con ellos.
Los mulai son gente inquietante, con
costumbres aparentemente ilógicas y que viven encerrados en unas
instalaciones enormes de las que apenas salen y donde tienen todas las
necesidades básicas cubiertas. De vez en cuando alguien la lía y lo
acaban echando y a veces otro alguien se cansa y se va por su propio
pie, pero por lo general están todos allí dedicándose a sus cosas.
Aunque todo lo que pone en este párrafo podría ser perfectamente la
sinopsis de Gran Hermano extraída de la página de Wikipedia del
programa, lo cierto es que los mulai son gente con una noción de
comunidad muy grande y un peculiar sentido artístico de la vida, así que
también tiene un poco de Operación Triunfo.
Es una de esas
historias que empiezas entendiendo poco más que las acepciones de las
palabras que lees sobre el papel y conforme avanza vas siendo capaz de
hilar teorías sobre el enigma que se plantea capítulo a capítulo hasta
que todo se desvela. No sabría decir si esto es una obra de ciencia
ficción u otra cosa. Porque el formalismo y las temáticas propias de la
ciencia ficción están ahí, pero lo cierto es que durante toda la novela
el viaje lo disfruté más en las palabras que en los hechos.
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