Francis Scott Fitzgerald - El gran Gatsby



En mi locura reciente por leer a los clásicos, la siguiente parada fue un libro del que sabía bastante poco más allá de que era una de las novelas más míticas de la historia de literatura estadounidense y que trataba sobre un tipo que no iba mal de dinero.

La novela es una de esas que tanto gustaba escribir a los escritores del siglo pasado, en las que el protagonista real que lleva todo el peso de la obra es una persona con un carisma impresionante, elegancia para regalar y don de palabra, pero por lo que sea el autor decide darle la voz narrativa al personaje más soso, insulso y pardillo de toda la comarca. Nick Carraway, ese narrador que defino con tan amables palabras, da siempre la sensación de que podrían invitarle a pasar la experiencia más impresionante de su vida pero sería capaz de rechazar la propuesta diciendo que no le cunde mucho porque está algo cansado y tiene que revisar las previsiones del IBEX para la próxima semana. Menos sangre que un filete de pollo a la plancha.

Con estos dos personajes como ingredientes principales, la historia sigue a Nick en su vida de joven confuso poco después de llegar a Nueva York para trabajar como vendedor de bonos. La casualidad hace que Gatsby sea su vecino y más casualidades hacen que, además de ser vecino, sea también un millonario disfrutón. Por ciertos intereses románticos, a Gatsby le interesa acceder al círculo social de Nick y, por supuesto, él se deja manipular encantado para hacer de celestino.

Es un buen libro, pero no llegué a ver en él lo que esperaba en una novela con su fama. Subjetivamente no diría que es una obra maestra, quizás ni siquiera era digna de sacar a Leonardo Di Caprio de sus placeres mundanos para ponerlo a grabar una película sobre ella. Aún así, entiendo que llegara a tener la consideración que tiene en EEUU, ya que no solo es una novela muy americana, sino que también refleja perfectamente el espíritu de la sociedad estadounidense de clase media y alta de su época. No me consta haber sido nunca un neoyorquino de clase media-alta de los años 20, pero puedo imaginarme perfectamente a muchos neoyorquinos de esa época y condición leyendo esto y pensando “buf, es que soy yo literal”.

Rubén Pedreira

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