El
otro día entré en Instagram. Bueno, suelo entrar en Instagram otros
días, pero lo que quiero comentar ocurrió ese día y no otro. No recuerdo
la fecha exacta, podría decir que fue el martes 28/09/2022, pero me
estaría inventando hasta que el 28/09/2022 haya sido martes.
La
cuestión es que aquel día entré en Instagram y vi la sección de reels
recomendados, llena de vídeos que no aportan nada pero que aparecen
siempre. Me quedé unos segundos mirando confuso a la imagen que invitaba
a pulsar en uno de ellos, porque en aquella captura parecía que allí
estaba pasando algo no apto para una red social como esta. No quiero ni
imaginar en qué tipo de red social puede ser apto un vídeo como el que
la imagen hacía intuir, pero en esta no. No obstante, al final resultó
ser un vídeo de una mano echando spray de colores en un abdomen anónimo.
Ni siquiera se veía el resultado final, era un engaño con la
irrelevancia pura como único resultado.
Es curiosa la dictadura
del algoritmo. Consigue llevar a esa irrelevancia a quien crea algo,
haciéndole renunciar a la creatividad propia, y a la vez hace tirar el
tiempo a quien consume esos algos que no son nada. El resultado es la
esclavitud de una persona, que podría crear cosas originales, dándole la
visibilidad que busca solo si sigue la fórmula establecida como la más
eficiente para hacer perder el tiempo a quien dedica un rato de su vida a
ver cosas que crean otros.
Las redes sociales monopolizaron la
creación de contenidos espontáneos. Es una pena porque todas funcionan
así, homogeneizando lo diferente. A veces incluso veo a gente
promocionando sus obras por aquí cayendo en esas fórmulas, rindiéndose a
esa irrelevancia basada en algoritmos. Pero no nos engañemos, aparecer
más en pantallas ajenas no significa mucho. Ver a alguien haciendo lo
mismo que muchos otros no transmite más que la evidencia de que está
haciendo lo mismo que muchos otros. La única forma de conseguir un
interés real es transmitir sensaciones humanas, aunque ese interés se
quede en un círculo limitado. Ser nadie para muchos o ser alguien para
esas tres o cuatro personas que de vez en cuando echan un ojo a lo que
haces, ¿qué prefieres?
La dictadura del algoritmo
Rubén Pedreira
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