La razón del cliente
A mí toda referencia a ese eslogan que dice “el cliente
siempre tiene la razón” me pone de mal humor. Con él, se nos convenció
muy rápido de que cuando somos clientes nos merecemos ser los príncipes o
las princesas del lugar y no dudamos en disfrutar de ese privilegio,
incluso agitando la amenaza de ir a gastar nuestras riquezas a otro
sitio como forma de exigir reverencias. A mí me resulta imposible evitar
pensar que, en un mundo de antagonismos, cada peldaño que sube el
cliente en la escala de poder se traduce en un par de ellos que baja el
trabajador.
Creo que un modelo basado en hacer que el cliente
siempre tenga la razón provoca que cada vez seamos más tiranos durante
esos segundos en los que pagamos por algo y más esclavos durante esas
horas en las que cumplimos nuestras obligaciones laborales. Caímos en la
trampa de creer que ser tratados como millonarios a precio de saldo es
un derecho, pero en realidad lo único que se consigue es que cada vez
sea más fácil despojarnos de nuestro dinero y más infernal ganarlo.
Porque clientes somos durante un puñado de ratos y trabajadores, por lo
general, somos durante un porcentaje elevado de nuestras vidas.
Somos
clientes en un mundo en el que, al menos desde que yo lo conozco, el
precio del pan siempre fue hacia arriba y el de los caprichos hacia
abajo. Sí, es sencillo entender la razón solo con nociones básicas de
economía y mercado, pero no deja de resultar irónico que la cumbre de
nuestra civilización nos llevara a vivir en unos tiempos en los que
nuestros billetes son cada vez más incómodos de conseguir, más capaces
de comprar lo superfluo y menos capaces de adquirir lo esencial.
0 comentarios :
Publicar un comentario