A veces paso por delante de un bar que tiene un toldo verde. Es uno de esos típicos toldos que son como una sábana estirada y del borde caen unos flecos en los que pone el nombre del local, casi siempre gastado por el tiempo. Paso prácticamente cada día por esa calle y allí está siempre, con su toldo verde.
Tengo el recuerdo claro de un día en el que había llovido bastante y, al pasar por debajo de ese toldo, sopló una ráfaga de viento que hizo que el agua que se había acumulado sobre el un rato antes cayera en mi hombro y me mojara un poco la chaqueta. Fue una mojadura muy ligera, nada traumática, pero el momento de limpiar el agua con la mano se me quedó grabado como se me podría haber quedado cualquier otro.
No es un lugar especialmente digno de recuerdo ni tengo anécdotas dignas de recuerdo sobre él, la verdad, pero cuando hoy pasé junto a la cafetería del toldo verde me di cuenta de que la cafetería del toldo verde no tiene un toldo verde, sino un toldo blanco y rojo, un rojo que más bien se está convirtiendo en rosa por la cantidad de años que debe llevar soportando sol y lluvia sobre él. Ni siquiera tiene flecos, es totalmente liso.
Ver que el toldo verde con flecos no era verde y tampoco tenía flecos me generó una sensación extraña. No es la primera vez que me pasa algo similar, ni será la última, pero sí es la que me hizo pensar sobre cuántos recuerdos inconscientemente erróneos tenemos en nuestra cabeza y cuánto tiempo podemos revivir la realidad de manera certera hasta que se nos descompone en la memoria por mecanismos diversos e incontrolables. ¿Cuánto de nuestro pasado es nuestro y cuanto es simplemente un invento generado para dar completitud a todo lo demás?
Nuestro cerebro tiene fugas y también tiene la necesidad de rellenar huecos para dar coherencia al recuerdo, y resulta incómodo pararse a pensar que las piezas recomponen los detalles que se van escapando del recuerdo real se van colocando sin que uno mismo las guíe. Quizás, en más momentos de los deseables, se sustituyen piezas importantes y significativas sin que seamos conscientes de ello.
¿Cuántos momentos importantes de la vida, que no tienen que ver con toldos verdes, estamos reviviendo erróneamente? ¿Y cómo darse cuenta de ello, si no son objetos tangibles que puedas encontrarte cualquier día en la calle para evidenciar tu error? ¿Cuánto de nuestro pasado es real y cuánto es una asociación de realidades con remiendos?
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