La búsqueda de la opción buena

Sales de casa cuando todavía ni asoma el sol, esperas un rato en la parada y cuando subes al bus te sobresaltas al darte cuenta de que está sonando una de Fito y Fitipaldis en la radio. “Por si fuera poco estar despierto a las siete, toca añadir otra pequeña tortura a la mañana”, piensas mientras te planteas pedirle al conductor que cambie de emisora. Pero al final decides callarte la petición, porque al fin y al cabo por las mañanas lo único que puede salir de los altavoces de una radio son canciones que no te apetece escuchar o gente irritantemente animada para la hora que es. Cualquier opción es mala.


Pagas tu billete, te sientas en donde puedes y le das un par de vueltas a ese pensamiento: “Cualquier opción es mala”, retumba en tu cabeza como diciéndote que ahí escondida debe haber alguna reflexión que hacer. Y es que sí, son malas opciones, aunque sean malas solo de manera subjetiva, pero no obstante ahí están. ¿Qué hace que sean esas opciones, y no otras, las que están ahí? Pues el punto más importante, la raíz del todo, es más que evidente: Que existen.


Solemos despreciar nuestra propia capacidad para crear cosas antes de darle la oportunidad, como si el no haber nacido con el talento de Mozart nos privara de componer una sonata aunque sea para ver cómo suena ese desastre. ¿Quién dijo que el sentido de crear sea sonar en un bus a las ocho de la mañana, exponer en el MoMA de Nueva York o celebrar la consecución de un Premio Nobel de Literatura? El sentido de crear es simplemente la búsqueda de la opción buena. La necesidad de encontrar eso que te gustaría escuchar en lugar de esa canción de Fito que castiga desde la radio cuando te subes al autobús o el libro existencialista sobre la aceptación del fracaso que te gustaría leer en un mundo en el que abundan los eslóganes de Mr. Worderful y las rimas moñas de dos versos.


¿No se te da bien escribir? Escribe por si acaso. ¿No se te da bien hacer música? Cómprate una flauta por si acaso. ¿No se te da bien pintar? Vete al trastero y busca el estuche de Plastidecor que llevabas a clase en primaria por si acaso. Quizás algún día consigas que se te dé bien o te sorprendas al ver que en realidad no eras tan inútil, y en caso contrario simplemente habrás fracasado y ya no te hará falta escribir ninguna novela sobre la aceptación del fracaso porque estarás viviendo en ella. Crear cosas tiene siempre todo el sentido del mundo, aunque nunca lleguemos a ser capaces de hacer pensar a un busero que nuestras creaciones son dignas de amenizar su autobús. Porque lo que creamos va de nosotros, no de los demás.

Rubén Pedreira

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